Cualquier alumno de la ESO sabe que Shakespeare es un coñazo. Partiendo de esta premisa, es un mérito del director Franco Zefirelli (en su tercera incursión en los pantanosos terrenos shakespearianos) el conseguir que la audiencia no se quede dormida con los aburridos diálogos, o peor aún, con algún que otro largo e insufrible monólogo.

A mi parecer falla en haber escogido a un Mel Gibson treintañero para interpretar al joven príncipe Hamlet. Casi parece el partenair de Glen Close en vez de su hijo.

Regular Ian Holm en el papel de Polonio, y fatal el doblaje que le ha puesto una voz de mequetrefe.

Excelente la localización del castillo de Elsinor; es tal y como yo lo hubiera imaginado.

Me pregunto que hubiera sido de una historia así en manos de Pasolini...