No cabe duda de que LA FORMA DEL AGUA tiene amor por el cine, pero ha decidido expresarlo desde el embuste.
Una película con magia forzada, de tercera mano, con una muda con musiquita de AMELIE que vive encima de un cine y ve clásicos y da pasitos de claqué. Para tratar de epatar, sin éxito, con el público adelantado, DEL TORO pone a la cursi protagonista a hacerse dedos para que los espectadores digamos “uuuuhhhh qué osadía, se está haciendo un dedo”.
No cuela.
Al menos conmigo.
GUILLERMO DEL TORO tiene películas que me gustan (CRONOS, BLADE 2, HELLBOY 2, PACIFIC RIM) otras resultonas pero fallidas (EL LABERINTO DEL FAUNO, HELLBOY, LA CUMBRE ESCARLATA) y algún bodrio que otro (EL ESPINAZO DEL DIABLO, MIMIC), pero nunca le vi tan falso, tan epidérmico, tan ornamental como ahora.
Como si le hubiesen robado el alma.
Amenaza con rodar Pinocho.
La película, pese a lo maniqueo de la propuesta (los buenos son muy buenos y los malos son muy malos, sin matiz posible) logra que entres en la historia, de hecho lo pasé fatal por el monstruo, de las putadas que le hace la América de TRUMP. Una tortura.
Hay un momento que la película se marca un LA LA LAND, ya a la desesperada.
DEL TORO; te has pasado con el azúcar. Te ha quedado un cupcake bien duro.
Que asco doy.
Debería ser menos descreído, menos sátiro y ser capaz de disfrutar de esta película como cuando aún me quedaba un poco de inocencia…
Ojalá os encante LA FORMA DEL AGUA.