No se pueden oir los llantos ni las carcajadas del niño a lo largo del fin, ni falta que hace. Chaplin fue un mago del humor en un cine muy limitado en el que no se podía contar chistes, se tenía que hacer de bufón de la corte. Y el británico bien que lo hacía, y en esta película, además, logra emocionar.

Puede resultar una historia fácil (Benigni realizó "La Vida es Bella" posiblemente muy influenciado por esta película): Un niño junto a un pobre. Una buena persona a fin y al cabo, cuidando de un niño que no es suyo pero al que tiene que dar todo su cariño y cuidar. Una historia sencilla en su argumento, con dos partes diferentes, una que emociona y provoca numerosas carcajadas, y otra en la que se ve el lado amargo de la historia, sin perder, en la medida en la que la historia lo permite, las pinceladas jocosas que chaplin regala al espectador.

Y en eso Chaplin era un experto, como lo ha sido posteriormente el italiano. Es capaz de contarnos la historia más tierna o más triste sin perderle el sentido del humor a la vida, a lo que cuenta. Para ello se invento el cine, para hacer sentir a las personas. Y Charlot (como era conocido por muchos) es mucho más que su forma de andar y su bastón, es el perfecto bufón de la corte. Capaz de hacer de mimo, de hacer humor sin palabras y de hacernos reir con una facilidad pasmosa pese a caer en más de una vez en los mismos gags y clichés.