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Voto de Lafuente Estefanía:
7
Western Chato (Charles Bronson) es un apache mestizo que vive entre dos culturas: por un lado, siente un cierto sentimiento de fidelidad a su tribu; pero, por otro, experimenta una poderosa atracción hacia el mundo de los blancos. Después de matar a un malvado sheriff en defensa propia, se ve obligado a huir perseguido por una partida encabezada por el sanguinario Quincey Whitmore (Jack Palance), un antiguo soldado confederado que ansía ... [+]
26 de julio de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la "Fiebre de indio" que impulsa a muchos blancos a "Odiar, matar, violar" a quienes no tienen el mismo color de piel.
Una cantina, un cantinero sirve bebida a un indio mestizo (Bronson), un sheriff gordo que le increpa, "Piel roja, negro, te está hablando un hombre blanco". Cruce de miradas, desenfundan y cae herido de muerte el sheriff. El mestizo huye a caballo.
De nada le sirve aquí la legítima defensa: "Un indio ha matado al sheriff". Hay que formar una patrulla para salir en su busca y ahorcarlo. Es el momento más interesante de la cinta pues nos permite conocer los motivos que tiene cada uno para perseguirlo.
Lentamente el antiguo capitán Quincey (Palance) se coloca su viejo uniforme confederado. Se sabe el jefe de la partida, es el vanidoso que "No soporta ser un hombre más en una población pequeña". Le siguen por inercia y rutina otros vecinos desocupados, "Estaría bueno que un apache se burlara de nosotros". Entre ellos los hermanos Hooker, tres auténticos salvajes, borrachos y odiadores, "Esta sería una buena tierra si no hubiera indios". Por no quedar mal se incorpora al grupo un emigrante escocés que desoye los prudentes consejos de su esposa. Pero también alguno rechaza marchar, "Seguro que el sheriff ha encontrado por fin lo que merecía". Eso sí, lo argumenta escopeta en mano.
Es decir, hasta cierto punto tenían libertad para ir o no ir tras el indio. Hasta cierto punto.
El resto puede verse en la sinopsis. Una persecución implacable en la que la iniciativa la lleva siempre el Mestizo que, en un momento dado y ante la violencia extrema de sus perseguidores, se despojará del ropaje de los blancos para adoptar definitivamente el apache en el enfrentamiento final. El hábito en este caso hace al monje.
La idea es brillante, un análisis de las distintas gradaciones del racismo en una sociedad cerrada y aislada. El guion tiene lagunas importantes pues nada sabemos de la vida anterior del Mestizo, como de la presencia testimonial de un grupo de cheyennes que pasan por allí.
Rodada enteramente en exteriores secos e inhóspitos, la realización los aprovecha muy bien para proyectar sobre los mismos el cúmulo de pasiones y de violencia que generan los sucesivos fracasos y frustraciones de los perseguidores con sus correspondientes luchas intestinas. "No sé en qué estaría pensando Dios cuando hizo a los apaches", "No son hombres, son animales".
Tras una primera parte fulgurante, luego la acción remite hasta hacerse un poco pesada al final con escenas agónicas que parecen sobrar.
Lo más interesante la diferente forma de enfrentarse a una naturaleza hostil y, sobre todo, el análisis del racismo y sus gradaciones con los correspondientes enfrentamientos dentro del grupo.
Un buen western hecho en unos años difíciles para el género. Infravalorado. Recomendable para los aficionados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lafuente Estefanía
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