Extraña cita y extraño western.
Ya es raro ver en la escena inicial a Randolph Scott (Bart Allison), dentro de una diligencia que obliga a detener pistola en mano como si fuera a atracarla. Llega su amigo Sam (Beery Jr.) con un caballo para él y juntos marchan a Sundow a toda prisa.
Tienen prisa para llegar a tiempo a la boda de Tate Kimbrouhg (Carroll), joven cacique que domina el pueblo, atildado, engominado ... repelente. A tiempo para suspender la ceremonia y que la esposa, Lucy Summerton (Steele), no enviude esa misma noche, como viudo es ahora Bart por culpa de Tate. Ahí está la clave de la cita.
¿La venganza de siempre? Nada de eso. Lejos del maniqueísmo típico de buenos y malos, aquí hay muchos matices en los personajes que desfilan por la pantalla. Muchos y buenos personajes con sus claroscuros correspondientes. Bien por Boetticher.
Bien también porque compone sus personalidades a pequeñas dosis. A medida que avanza la trama vamos conociendo detalles de unos y otros, poco a poco. Veremos que ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos.
Y acierta asimismo en la descripción del ambiente de esos lugares poblados de ciudadanos cobardes sometidos a la voluntad de los poderosos. Lo mismo que acierta en el desenlace.
Por lo demás es una obra discreta, hecha con medios limitados pero interesante. Gustará a los aficionados al género y a los que no lo son tanto. Recomendable.