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Voto de Lafuente Estefanía:
5
Western 1874. Un gigantesco búfalo blanco siembra el terror, la muerte y la destrucción en Dakota. Tres hombres intentan darle caza, pero sus motivos son muy distintos. Wild Bill Hickok, un famoso pistolero que ha vuelto al Oeste, lo hace para poner fin a sus pesadillas. Crazy Horse, un jefe sioux, porque el alma de su hija, víctima de la fiera, sólo hallará la paz cuando su cadáver sea cubierto con la piel del búfalo. Zane, por su parte, sólo ... [+]
14 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque solo sea por la novedad que supone tener un "monstruo" en el Oeste, merece la pena dar un vistazo a la cinta. Hay otros alicientes como los paisajes, la música, Kim Novak vista y no vista, o contemplar Ch. Bronson con gafas ahumadas.
Tampoco está mal buscado el monstruo, un búfalo blanco de enormes proporciones y de peores intenciones depredadoras. Por cierto, se trata de un animal sagrado para muchas culturas indias como la sioux.
Aunque la etología no le concede un carácter especialmente violento, el búfalo blanco de la película arrasa poblados indios y con todo lo que se le pone por delante hasta el punto de ser temido en toda la región. Y, claro, cuando algo se teme en el Oeste, enseguida es objeto de persecución y de caza. Y a la misma se pone el célebre pistolero Wild Bill Hickok (Bronson), puestos a buscar un pistolero mítico casi hubiera pegado más Búfalo Bill, sobre todo después de contemplar la cordillera de huesos de este animal amontonada en la estación de Cheyenne; el indio Caballo Loco, cuya hija murió de las embestidas del animal, aunque tampoco hubiera desentonado Toro Sentado, al menos tiene nombre de bóvido; y por último un viejo cazador de las montañas. Hickok espera terminar con las pesadillas y malos sueños que le trae el animal, el indio busca su piel para que sirva de mortaja a su hija y que de esta forma alcance el descanso eterno, y el cazador los 2.000 dólares que espera sacar de la piel. Ambientada la cinta en 1874, es curioso que el 7 de octubre de 1876 el cazador de búfalos Wright Mooar mató uno blanco en la desembocadura del río Deep Creek (Texas), al que llegaron a ofrecer 5.000 dólares por su cuero.
El planteamiento de la trama recuerda bastante al de "Moby Dick" de Herman Melville, la obsesión de los cazadores semeja la del capitán Achab, la fiereza del búfalo al rencor del cetáceo, también el contraste entre la pequeñez del hombre y la soberbia de los animales superdotados en medio de las grandes llanuras o de los océanos. Incluso la forma de morir del animal con el que nada pueden las armas de fuego; tienen que ser las certeras flechas y las cuchilladas del indio, que evocan los arponazos de Achab, las que finalmente lo abatan. Lástima que falte un cierto paralelismo en el desenlace, pues mientras ballena y marino se sumergen juntos hasta el fondo de los mares, los cazadores de nuestro búfalo se marchan de rositas. Claro que no parece que el novelista y guionista Richard Sale sea un Melville. Con todos respetos por la comparación.
Destacar asimismo que parte del mensaje simbólico de "Moby Dick" puede apreciarse también en nuestro Búfalo blanco, con referencias a la ecología, sueños, obsesiones, racismo, religión, egoísmo o venganza, así como otros aspectos alegóricos de la épica.
Lafuente Estefanía
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