Camisa blanca, chaleco, pantalón y botas negras. El sheriff tumbado. Así comienza y así termina la cinta. Al principio duerme en un catre de lo que parece su oficina con un papelito en la mano. Al final agoniza en la calle mientras sonríe.
En medio una historia más ambientada en el Oeste que analizamos en la zona spoiler. Una historia que recuerda bastante, como ya han dicho otros compañeros, "Hasta que llegó su hora" de Sergio Leone, solo que cambiando el pelotazo inmobiliario que supone el solar donde se emplazará la estación del ferrocarril por una pequeña mina cuya propiedad comparten cuatro personas.
En blanco y negro, con un exagerado ahorro de frases, sin diálogos, la cámara barre lentamente la escena con abundancia de primerísimos planos que destacan los pequeños detalles. Todo es silencio, apenas turbado de vez en cuando por un discreto fondo musical.
Ambientación espartana, minimalista la llaman ahora, o blanco o negro, sin matices, tonos grises ni medias tintas. Vestidos negros y camisas blancas. Negras en el caso de los pistoleros o de los ganaderos, como en la canción de Juanes.
Cortometraje de 16 minutos, lento y premioso al estilo Leone, con trama difícil de desentrañar que obliga a un segundo visionado. Es fácil hacerlo desde youtube porque no es larga la cinta, tócala otra vez Sam. Pero en obras de mayor metraje el espectador que se queda in albis tal vez no conceda la oportunidad al autor de una re-visión. Como señala cierta crítica, no solo se trata de realizar un ejercicio estético sino también de enviar al espectador un mensaje nítido, inteligible al menos. La escena del pesaje del oro en una balanza que parece no tener nada en el otro platillo no sabemos cómo interpretarla en absoluto.
Decimos todo esto conscientes de encontrarnos ante una obra notable pero que, al menos a nosotros, nos ha exigido un esfuerzo de interpretación que tal vez no todos estén dispuestos a realizar. El cine es arte, si, pero también es distracción. Mostrar deleitando.