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Voto de Lafuente Estefanía:
5
Western Arizona, año 1881. Sam Varner (Gregory Peck), un veterano explorador del ejército recién retirado, ayuda a una mujer blanca, Sarah Carver (Eva Marie Saint), y a su hijo mestizo a volver a casa, después de haber sido encontrados en un cuartel del ejército entre los prisioneros indios de un campamento apache. En su viaje, se cruzarán con Salvaje, un apache que busca venganza desatando su ira sobre los habitantes de la región. (FILMAFFINITY) [+]
3 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio de la cinta no puede ser más esperanzador. La caballería del Ejército captura un grupo de apaches escapados de la reserva, mayoritariamente son ancianos, mujeres y niños. Los hombres han formado una partida para luchar a las órdenes del jefe Salvaje. Entre los capturados se halla una mujer blanca secuestrada por los indios diez años atrás, Sara Carver (Saint), con un hijo mestizo cuyo padre precisamente es Salvaje, decidida a abandonar de inmediato a los indios junto a su hijo.
El tema de la aculturación y de la reinserción prometía, aun no siendo original del todo pues ha merecido la atención de grandes obras como "Centauros del desierto". Más teniendo en cuenta los excelentes paisajes muy bien fotografiados en su extrema aridez, además de la excelente ambientación y de contar con la solvencia profesional de Peck, Sam Wernes, en el papel de explorador del Ejército que pasa a la reserva para dedicarse a cuidar un rancho que acaba de comprar.
Durante la primera parte de la película Sam acompañará a Sara y a su hijo huyendo de Salvaje que, en la persecución, muestra en palabras del propio Sam su "instinto criminal" asesinando sin piedad a soldados o a quienes encuentra a su paso. Sin embargo, todo se viene estrepitosamente abajo cuando los tres llegan al rancho ubicado en un paisaje paradisíaco, rodeado de verdes praderas y montañas, con el agua en la puerta. Parece "Heidi".
Comienza entonces el acoso silencioso de Salvaje que prosigue su labor depredadora en los ranchos vecinos, él solo sin ayuda de nadie. No lo veremos sino muy a lo lejos, tan solo apreciaremos su paso por el rastro de sangre que va dejando. Silencioso también es el ambiente en el rancho de Sam, de por sí poco hablador se queja de la incomunicación que reina en la casa. La madre ha perdido la costumbre de hablar en su idioma materno, el niño lo desconoce por completo.
Pensamos que se ha desaprovechado la oportunidad de abordar el problema de la incomunicación, de la posible influencia que tienen los traumas que sufren las víctimas. Especialmente en el caso del muchacho, con el padre acosando y queriendo matar a la madre y él en medio de los dos. Apenas musita el niño unas pocas palabras en el idioma indio, pero nos parece muy convincente su muda interpretación.
Mulligan prefiere ocuparse de la tensión dramática de la persecución, donde algunos críticos ven un presunto thriller, en lugar de profundizar en el análisis de las personalidades de sus personajes en un momento tan dramático de sus vidas. Resulta así una película que renuncia a mantener el ritmo de acción del inicio, para quedar reducida en la segunda parte a una parsimoniosa sucesión de escenas aburridas por el abuso de los silencios y la escasa tensión que alargan innecesariamente el metraje.
El guion asimismo nos parece muy deficiente, con lances escasamente creíbles. Por ejemplo la captura de Sara por parte de Salvaje para matarla y el abandono de la misma en las inmediaciones del rancho con discretas heridas que se curan con un pañito en la frente, o el fulminante enamoramiento de Sam que surge casi de improviso.
En fin, que esta "Noche de gigantes" tiene de noche que el acoso final del apache se hace a oscuras, pero de gigantes hay muy poca cosa. Y eso que la cinta prometía al principio y el tema podía dar mucho más juego. Por eso vamos a dejarlo en un modesto cuarto menguante.
Lafuente Estefanía
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