Muchos bandidos son los que aparecen en la cinta. Un docena le echamos a ojo de buen cubero.
La trama es la de casi siempre, el cacique de turno, Wick Campbell (Boone), quiere imponer e impone su voluntad por las bravas en la pequeña ciudad de Ocatilla (Arizona). Un pueblo manso y cobarde, "Esta no es nuestra lucha. ¿Por qué hemos de morir nosotros?". Y el hombre honesto y valiente dispuesto a jugarse la vida, "Esto es un trabajo de hombres", para que reine allí la justicia, John Stewart (Scott). ¿Quién sino?
Historia trillada, guion muy poco coherente con lances inverosímiles y realización rutinaria con personajes carentes de todo interés.
Destaca sin embargo el tratamiento de las dos mujeres protagonistas. De una parte Corinne Michaels (Brando), una viuda de buen ver que sale a flote como encargada de un almacén que ha puesto para ella John. Una mujer que trabaja como administrativa es algo poco común en el western. Por supuesto está enamorada de su benefactor, pero él está más ocupado defendiendo el orden. O sea, un melón.
De otra María Segura (Martell), una joven huérfana que cuida Wick con el sentido dominador de los que quieren anular la voluntad de sus "protegidos", que se permite lindezas como "Serás mía y de nadie más" o "Nadie que no sea yo baila contigo". Y, claro, por el medio se mete Howie Stewart (Homeier), un niñato que llega en el momento justo. María tendrá que demostrar su temperamento para liberarse de su "protector".
Western de celos, flojo sin paliativos del que se salvan unas cuantas cabalgadas y tiroteos. No es mucho, pero algo es algo. También la presencia en el reparto de actores de la talla de Cleef, Bedoya, Gordon o Pyle. Pero sobre todo la personalidad de la representación femenina.
Por todo ello no pasa nada por darle un vistazo. Acción no falta.