"Árboles sin raíces, astillas de suburbio". Dos comentarios de los guionistas tras los créditos del inicio avisan del tema que trata la cinta. La imparable emigración del campo a la ciudad, "campesinos que han perdido el campo y no han ganado la muy difícil civilización". "No es un símbolo, pero si un caso demasiado frecuente".
La estructura agraria, el reparto de la propiedad, la mecanización del campo, empuja en España desde finales de los años 40 a miles de familias que abandonan sus pueblos. En este caso los Pérez, que llegan en tren desde la Castilla profunda a los extrarradios ciudadanos donde empiezan a aparecer discretos polos de desarrollo industrial. "Desertores del arado" les llamaban también.
Magnífica película a la altura del mejor neorrealismo italiano, al que alude con frivolidad una señorita "entretenida" en un par de comentarios sobre las películas que anuncia la cartelera: "Ahora lo que se llevan son neorrealistas. Ambiente de barrio", que "Sacan a la luz la miseria. Con lo bonita que es la vida de los millonarios".
Llegan los Pérez a Madrid en el tren. Maletas atadas, sacos, cestos con pollos ... por un momento parece Paco Martínez Soria en "La ciudad no es para mi", con la que, comedia aparte, tiene "Surcos" bastantes puntos de contacto.
Y llegan a trabajar, como han hecho toda su vida. Pero pronto advierten que no son bien recibidos, "catetos", "paletos", "pueblerinos", insultos que les prodigan ... otros que también han llegado del pueblo solo que un poco antes.
Por cierto, algo parecido a como tratamos hoy a los "panchitos" o a los "negratas de patera".
Drama familiar y drama social planteado con un magnífico guion en el que, tal vez como ocurre con el género neorrealista en general, sobre un poco de recreo en la desgracia y en la sordidez.
Excelente realización que sabe captar el ambiente de la época con personajes repugnantes y sin escrúpulos como el Mellao (Peña) o Don Roque "Chamberlain" (Dafauce), junto a víctimas propiciatorias, carne de cañón como Pepe (Arenzana), Pili (Asquerino) o Tonia (Leza). Todos ellos dotados de personalidades claras, bien delineadas, coherentes, creíbles. De lo mejor de la obra, los personajes y sus interpretaciones.
Un poco excesivo el maltrato general que sufre la mujer. Maltrato físico y psíquico que se muestra, incluso, en la breve representación festiva del teatro guiñol. Demasiado cargadas las tintas en este sentido, demasiadas bofetadas.
Mal trato a la mujer y maltrato de la mujer. En este caso la madre de la familia, al principio tan prudente, cuando exige sus hombres que traigan a casa buenos jornales y duda de su hombría y los manda a pelar patatas cuando no lo consiguen.
Secanos de año y vez. De surcos sembrados que ansían la cosecha y de barbechos que reponen la tierra. Así era, en cierto modo, aquella época que hoy se despacha con ignorante superficialidad, un tiempo de barbecho, de preparación del terreno para los grandes cambios económicos y sociales que llegarán en las décadas siguientes. ¡Bien por "Surcos", bien por su capacidad de denuncia social!
Y una curiosidad final. El mismo año del estreno de la obra, por ejemplo, se creaba la enseñanza laboral que en cinco años sembró un centenar largo de institutos laborales por todo el agro español, en uno de los cuales por cierto estudiamos nosotros, donde se impartían los bachilleratos elemental, superior y femenino que llevaron la cultura y la posibilidad de medrar a todos los rincones de la geografía española.
Magnífica película a la altura de las mejores del neorrealismo y del cine español de todos los tiempos. Muy recomendable.