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Voto de Lafuente Estefanía:
8
Western Guerra de Secesión (1861-1865). Charlie Anderson, viudo y padre de familia numerosa, posee una granja en Virginia. Siendo contrario a la esclavitud, está firmemente decidido a mantenerse al margen de la guerra civil, a pesar de las presiones que soporta, incluso por parte de algunos de sus hijos. (FILMAFFINITY)
17 de junio de 2020
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco que añadir a las reseñas que nos preceden. El valor y la importancia de la familia como núcleo básico de la sociedad, los horrores de la guerra, la esclavitud, la excelente ambientación histórica, la belleza de los exteriores, el análisis de los principales personajes, su interpretación. En suma, todos los ingredientes de una gran película, Es indudable el aroma fordiano que desprende, incluso tiene de "Lo que el viento se llevó", en cualquier caso mucho más que de "El patriota" con el que también se compara y con el que apenas hay puntos en común.
Pero nosotros preferimos centrarnos más en otras cuestiones que aparecen asimismo en primer plano. Por un lado el sentido de la propiedad, de la casa, de la familia, de lo que uno a conseguido por su propio esfuerzo, sentido tan genuinamente americano y tan característico del western. Hay diálogos que lo marcan a fuego. Suenan cañones en las proximidades: "-Padre, cada vez se acercan más. -¿Pisan nuestras tierras? -No. -Entonces no nos concierne". Contestación categórica del patriarca de los Anderson (Stewart) que luego remacha así: "Mi rancho es mío, la guerra no es mía".
Cuando hoy determinadas ideologías buscan menoscabar el papel de la familia en la educación y en la formación de los hijos (conocida es la frase "Los hijos no solo pertenecen a los padres"), ahí está la respuesta de Charly Anderson con la que encabezamos la reseña: "Mis hijos no pertenecen al Estado". Para, a continuación, dejarles decidir libremente. Porque, pensamos, en absoluto está reñido el papel educador de la familia con la verdadera libertad. Otro ejemplo, Anne Anderson (Ross) cuando se dirige al amigo negro de su hermano que acaba de ser declarado libre y le pregunta ingenuamente en qué consiste eso. Respuesta: "Libertad es poder escoger el camino que uno quiere".
Pero también en la cinta apreciamos una evolución muy significativa en la personalidad del viejo Anderson. Al principio representa el hombre que con su esfuerzo ha conseguido formar una familia rica, unida, tradicional. Está legítimamente orgulloso de ello y no lo oculta. Recordemos que es de Virginia. Pero el desarrollo de la guerra fraticida irá rebajando poco a poco su soberbia. Vestido con todos sus entorchados militares parte su yerno a la guerra el mismo día de su boda, más tarde lo encontrará lleno de harapos preso en un vagón de ganado. Al preguntarle ahora porqué se marchó, le responde triste: "Es más fácil ir a la guerra que huir de la guerra".
Magistral nos parece la escena con el general nordista al que reclama a Robert su hijo pequeño (para nosotros la mejor de la película). Mientras el civil (Anderson) se muestra exigente y jactancioso, paradógicamente el soldado es educado, humilde, comprensivo. El uno no conoce todavía los efectos de la guerra, el otro está ya saturado de la misma. ¡Qué diferencia entre el padre de familia que sale brioso con sus hijos a buscar a Robert, del que retorna al rancho cabizbajo y hundido tras fracasar en su empeño!
Impecable también el monólogo final en el pequeño cementerio del rancho. Pero ya hemos recogido muchas citas, invitamos a los posibles lectores a que la escuchen directamente en la cinta. Merece la pena verla.
Lafuente Estefanía
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