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Voto de Lafuente Estefanía:
10
Ciencia ficción La película de ciencia-ficción por excelencia de la historia del cine narra los diversos periodos de la historia de la humanidad, no sólo del pasado, sino también del futuro. Hace millones de años, antes de la aparición del "homo sapiens", unos primates descubren un monolito que los conduce a un estadio de inteligencia superior. Millones de años después, otro monolito, enterrado en una luna, despierta el interés de los científicos. Por ... [+]
20 de octubre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenemos ninguna duda que los diseñadores de los teléfonos móviles actuales se han inspirado en el monolito de "2001" al que parecen querer acercarse también en cuanto a los recursos que ofrecen. Es la primera conclusión que sacamos al volver a ver la cinta al cabo de muchos años.
La segunda que sigue siendo la obra maestra que recordábamos y que se encuentra entre las mejores de toda la historia del cine.
No solo son sus grandiosos efectos especiales, ni la belleza de su banda sonora con el majestuoso "Danubio azul" sonando mientras la nave se aleja del planeta azul. Son las incógnitas y preguntas que plantea a cada uno de los espectadores que la contemplan.
Pasamos de largo del simio que enarbola el hueso como un arma o como una batuta mientras habla Zaratustra. Incluso del computador HAL 9000 que es incapaz de equivocarse o de mentir, "lo más parecido al cerebro humano", víctima al final de un pecado tan humano como la soberbia cuando intenta emularlo. Lo mismito que hizo el hombre con Dios en el Jardín del Edén.
Preferimos centrarnos en la misión a Júpiter donde parece hallarse la clave del monolito. Cómo los guionistas nos muestran las limitaciones de nuestro mundo tridimensional haciéndonos flotar en un ambiente ingrávido, caminar por paredes y techos o correr por la circunferencia interior de la nave. Cómo la tableta monolito que nos aguarda en la órbita jupiterina se abre dejando pasar a su interior la nave con el único superviviente de la misión, el joven David Bowman (Dullea), que se sumerge a la velocidad de la luz en un atmósfera de infinitos colores.
Sin duda se alude a la teoría de la relatividad según la cual un mismo hecho cambia en función de la posición o de la velocidad a que se mueve el espectador. Incluso el tiempo, ese cuarto elemento, se relativiza lo mismo que el espacio.
Por eso no extraña que cuando David arriba con su nave a la vivienda que lo aguarda sea ya otra persona con arrugas en el rostro, para enseguida transformarse en un torpe anciano y luego en un moribundo que yace en la cama.
El tiempo se mide aquí con otras magnitudes distintas a las conocidas. Todo es relativo, como la enigmática presencia del nuevo feto que inicia a continuación su andadura vital.
Repetimos, una obra maestra a la altura de las mejores de la historia del cine que hay que revisar de vez en cuando.
Lafuente Estefanía
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