Tras el afortunado y violento asalto al tren correo, la banda de Cody (Cagney) se esconde en las montañas a esperar que escampe.
Allí empezamos a conocer el carácter del jefe que no duda en dejar abandonado al compañero herido, desprecia a su esposa Verna (Mayo), desconfía de sus secuaces, pero adora y siente devoción por su adusta madre (Wycherly).
Auténtico cine negro con la policía pisando los talones a la banda, "Las cosas se están poniendo al rojo vivo", de donde procede el título hispano de la cinta, que nos llevará a cárceles, veloces persecuciones en coche, sofisticados métodos policiales de seguimiento e, incluso, al autocine que exhibe "Héroes del aire".
Magnífico retrato de los personajes con Cody a la cabeza, un asesino sin escrúpulos, violento y astuto que solo confía en su madre, una harpía de mucho cuidado, "Siempre se chiva alguien, los policías son tontos". La mujer fatal que sueña con abrigos de visón, "El dinero es solo papel si no se gasta". El gánster que ambiciona dirigir la banda y levantarle la novia al jefe pero que no se deja seducir fácilmente, "El mundo no es lo suficientemente grande, Dulzura".
Frase esta que nos ha recordado al Agente 007 y a Elektra en "El mundo nunca es suficiente" (Apted, 1999), sobre todo porque aquí el asesino tiene alojada una bala en el cerebro que potencia su maldad y anula el dolor físico.
Algo parecido a lo que le pasa a Cody que sufre lo que parecen ataques epilépticos, con antecedentes familiares psicóticos de locura que, a juicio de los psiquiatras que lo atienden, justifican su comportamiento criminal.
Excelente fotografía en blanco y negro con imágenes muy contrastadas. Acción continua, tensión dramática, diálogos con frases cortantes, buena música. ¡Qué más se puede pedir!
En lo negativo sobre todo olvidar a la madre sin mostrar su final y algunas carambolas en la trama.
En cualquier caso una buena película del mejor cine negro. Muy recomendable.