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Drama
Basada en la novela homónima de Pérez Galdós. Marianela, una joven huérfana y poco agraciada que ha sido acogida caritativamente por una familia, dedica su tiempo a cuidar a Pablo, ciego de nacimiento e hijo del dueño de las minas. A través de Marianela, el joven llega a imaginar cómo es el mundo y se enamora de su cuidadora, a la que cree muy hermosa, pero ella, aunque también lo ama, no quiere que él sepa cómo es. (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Correcta formalmente, sin alardes; lo mismo las interpretaciones, muy de su espacio y su tiempo. Un guión bienintencionado basado en una historia tierna con personajes todos bondadosos. Todo muy amable hasta el final, cuando asoma el drama que da pie a mi reflexión sobre la belleza humana, que en realidad será sólo un esbozo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El protagonista, ciego, parece que siente amor por Marianela, tal vez porque es su principal compañía durante el día a día, su principal referencia sentimental fuera de la familia. Está a gusto con ella, dan paseos, hablan, se entienden. Ambos tienen limitaciones y eso los une, Parece que él no va a permitirse tener pareja hasta que supere, en una inminente operación, su ceguera; en su estado se cree indigno. Hay amor, pero no hay pasión. Ella se ve poco agraciada e inferior socialmente, lo que la vuelve insegura, y duda de que si él sana, siga queriéndola.
Y sucede el milagro y recupera la vista. Y aquí se plantea mi reflexión: se enamora de la primera mujer que ve, que, por supuesto, no es su abnegada y fiel Marianela. Su amor surge como un torbellino al ver a la rapaza, surge un deseo de ella a primera vista. Se unen en su flechazo dos cosas: es la primera mujer que ve y acaba de superar su discapacidad. Todo le entusiasma y puede ser entendible su arrebato.
Ella, a diferencia de Marianela, es guapa y refinada, y he aquí el quid: este juicio lo podemos hacer los espectadores, que conocemos y en buena medida somos presos de ellos, los estereotipos de belleza socialmente aceptados y tenemos experiencia en una cierta fisiognomía. ¿Pero él? Él parece que tuviera dentro de sí cierta idea innata de la belleza femenina con la que casa dicha mujer, y la capacidad para intuir en su rostro, nada más verla, a la persona que hay detrás. Es de rigor añadir que la muchacha parece también bondadosa. Al poco ve a Marienela, pero no le conmueve como esperaba, y menos cuando su pasión ya se ha dirigido hacia otra. Se queda con la que los espectadores, o la sociedad en general, consideraría más guapa y elegante, pero... ¿cómo alguien sin experiencia ni prejuicios decide tan rápido? ¿Su pasión reprimida se hubiera dirigido a la primera dama fuera ésta quien fuere? Esa es la cuestión: recupera la vista y es cegado instantáneamente por la belleza femenina.
El final, con la aceptación de la protagonista de su inferioridad, es claramente lo más triste y reaccionario de la historia. Ella se considera inferior como mujer y acepta con resignación su "derrota". Tal vez no tenía las suficientes miras, a pesar de su bondad natural, para entender que la belleza no reside sólo en el físico, sino en el conjunto de cualidades, también espirituales, que cada ser humano, único, a través de sus gestos y miradas, manifiesta.
Y sucede el milagro y recupera la vista. Y aquí se plantea mi reflexión: se enamora de la primera mujer que ve, que, por supuesto, no es su abnegada y fiel Marianela. Su amor surge como un torbellino al ver a la rapaza, surge un deseo de ella a primera vista. Se unen en su flechazo dos cosas: es la primera mujer que ve y acaba de superar su discapacidad. Todo le entusiasma y puede ser entendible su arrebato.
Ella, a diferencia de Marianela, es guapa y refinada, y he aquí el quid: este juicio lo podemos hacer los espectadores, que conocemos y en buena medida somos presos de ellos, los estereotipos de belleza socialmente aceptados y tenemos experiencia en una cierta fisiognomía. ¿Pero él? Él parece que tuviera dentro de sí cierta idea innata de la belleza femenina con la que casa dicha mujer, y la capacidad para intuir en su rostro, nada más verla, a la persona que hay detrás. Es de rigor añadir que la muchacha parece también bondadosa. Al poco ve a Marienela, pero no le conmueve como esperaba, y menos cuando su pasión ya se ha dirigido hacia otra. Se queda con la que los espectadores, o la sociedad en general, consideraría más guapa y elegante, pero... ¿cómo alguien sin experiencia ni prejuicios decide tan rápido? ¿Su pasión reprimida se hubiera dirigido a la primera dama fuera ésta quien fuere? Esa es la cuestión: recupera la vista y es cegado instantáneamente por la belleza femenina.
El final, con la aceptación de la protagonista de su inferioridad, es claramente lo más triste y reaccionario de la historia. Ella se considera inferior como mujer y acepta con resignación su "derrota". Tal vez no tenía las suficientes miras, a pesar de su bondad natural, para entender que la belleza no reside sólo en el físico, sino en el conjunto de cualidades, también espirituales, que cada ser humano, único, a través de sus gestos y miradas, manifiesta.