¡BRAVO, DREW GODDARD! No, en serio. ¡BRAVO DREW, ME QUITO EL SOMBRERO!
“Malos tiempos en El Royale” se puede juzgar/analizar desde dos puntos de vista bien diferenciados, aunque para nada incompatibles. Como película en si y como instrumento cinematográfico.
Como película, propiamente dicha, “Malos tiempos en El Royale” es un juguete, simple y llanamente. Funcionará en base a lo que tú, como espectador, estés dispuesto a permitírselo. Lo mismo puedes divertirte hasta límites insospechados que puedes cansarte de el al poco de usarlo; yo soy de los del primer grupo. Dreww Goddard se monta aquí su particular versión de “Los odiosos ocho” (Quentin Tarantino, 2015). Siete extraños se juntan en un motel situado a medio camino entre dos estados, y toda vez que el de Houston ha colocado sus atractivas piezas en dicho tablero se dedica a jugar con ellas a su antojo, de igual manera que juega con el espectador, en una adictiva partida con base de thriller. Goddard demuestra que “Malos tiempos en El Royale” es casi el trabajo de fin de carrera de alguien que cursa cuarto de Tarantino; narrativamente el film bebe mucho de “Pulp fiction” (1994), recurso mediante el que te engancha aún más si cabe a una trama ya de por si bastante gustosa. El director demuestra tener un dominio escénico brutal, todo está calculado al milímetro y ese gusto por el detalle da placer. Es tremendamente fácil entrar en la cinta, aunque seguramente sea más difícil mantenerse en ella dadas sus condiciones, por lo que no negaré que es mejor enfrentarse al film con conocimiento de causa. Goddard mantiene muy bien la intriga y la tensión durante la mayor parte del metraje, con la dificultad que ello conlleva dada su extensión, cierto que en el último acto flojean ligeramente dichos ingredientes, cosa que duele, pero no se lo echaremos mucho en cara por la dificultad de lo hecho hasta entonces. Y actoralmente todos los interpretes se entregan de maravillas a sus personajes y al producto. Habré de admitir que “Malos tiempos en El Royale” es de esas obras que pierden algo en segundos visionados, pero lo que ocurre en segundos visionados se queda en segundos visionados.
Como instrumento “Malos tiempos en El Royale” es la viva representación de la libertad (creativa) guiando al pueblo (el creador). No dejaba de preguntarme durante el transcurso del film como demonios le habrían permitido semejante feria del exceso a Drew Goddard siendo un don nadie. Entiendo que a Tarantino, o a Spielberg, o a Scorsese se lo toleren, pero no me cabe en la cabeza como Goddard, siendo casi un recién llegado que ha tardado seis años en estrenar nueva película, haya conseguido tal nivel de libertad creativa. Una libertad que hoy en día solo es plausible en las plataformas de streaming, y si no ahí tienen el caso de “Aniquilación” (Alex Garland, 2018). Y esto no lo digo en el mal sentido, que conste, creo firmemente que todo creador debería gozar de esta libertad. ¡Ole tus huevos, Drew Goddard!
En resumidas cuentas, “Malos tiempos en El Royale” es una loa a la libertad creativa cinematográfica por encima de productores con ínfulas y armados con tijeras. Un pasatiempo a lo Tarantino, tan placentero como excesivo (se te puede hacer bola) en el que Drew Goddard hace lo que le da la real gana durante casi dos horas y media. ¿Entienden ahora mis alabanzas en mayúsculas del principio?...