Habitan tantas y tan gustosas pequeñas películas dentro de la propia “La perfección” que es prácticamente imposible no sentir atracción por alguna de ellas. Así mismo reconozco que resulta inevitable llevarse algún que otro berrinche de decepción por lo poco desarrollado y aprovechado de otros de esos minifilms. Pero de una forma o de otra tengo claro que recordaré con agrado y recomendaré con ahínco este imprevisible viaje que nos propone Richard Shepard.
Dicho todo lo anterior, y aumentando en frío mi amor por la cinta, imagínense si “La perfección” se hubiera entregado en cuerpo y alma a la serie B más premeditada. ¡Me hubiera casado con ella!
Poder femenino, un dañino virus rondándolas, desmembramientos, sectas, venganzas, secuestros, vomitonas, bichos, paranoia por doquier, y culminado la tarta un plano final para enmarcar tan bizarro como simbólico. En fin, creo que todo ese demencial lote empacado a modo de serie B a lo Robert Rodriguez habría sido orgásmico. Pero Richard Shepard opta por un aspecto formal muy sobrio, cuidado y poco dado al exceso. Todo demasiado elegante para un producto que pedía a gritos no ser tan refinado, y creo que ahí se equivoca el realizador haciendo que el producto pierda fuelle. El tono del film, dándole especial énfasis al drama, también se me antoja erróneo.
Inevitablemente “La perfección” evoca a “Déjame salir” (Jordan Peele, 2017). Y si no toda ella, si al menos alguna de sus partes. La presencia de la siempre intrigante Allison Williams también invita a lo anterior. Aunque en el film también hay mucho de “Tusk” (Kevin Smith, 2014), otro referente que me encanta.
No he contado nada de la sinopsis de “La perfección” porque creo fervientemente que es mejor encontrarse el pastel de sopetón.
En definitiva, “La perfección” es de lo mejor que ha lanzado Netflix en 2019, aunque en verdad la cinta sea del 2018. Y una cosa antes de irme, ¿podría ser “La perfección” una airada crítica a la iglesia católica y sus reiterados abusos sexuales a menores?... Ahí dejo eso.