Recordar "Ouija" (Stiles White, 2014) aún me produce sudores fríos, temblores y castañeteo de dientes. Y lo digo en el mal sentido porque, si una cinta de terror te produce tales sensaciones, no suele ser mala señal. Aquel nefasto film es, posiblemente, una de las peores películas recientes de terror que recuerdo. Y me da la impresión de que los productores tampoco se sentían muy orgullosos de aquel trabajo porque esta secuela, que es más precuela, no lleva ni siquiera un dos en el título, como intentando que se la relacione lo menos posible con aquella. Por no hablar ya del cambio de director y guionistas, otra señal para el que la quiera encontrar. Hay cierta escena post-créditos que existe como nexo de unión entre ambos films, pero son minucias que no pueden ocultar la verdadera realidad. En fin, creo que la palabra ouija se mantiene en el título básicamente por pura necesidad ya que sirve como reclamo publicitario para el juego de mesa en que se basa la saga. ¡Cáspita!, ¿he dicho saga?... ¡Perdón, perdón!... Quería decir película, je je... Demanda de la Universal en tres, dos, uno...
En “Ouija, el origen del mal” retrocedemos a la década de los sesenta para toparnos con una madre viuda y sus dos hijas, las cuales tienen montado un negociete de falso contacto con espíritus, pero están a punto de descubrir que el contacto con los muertos de falso tiene muy poco. A partir de aquí Mike Flanagan, tipo al que acertadamente le han dejado el timón de la película, desarrolla una cinta que rebosa clasicismo estilístico, amor por el género y bastante encanto. Vale que argumentalmente a la trama se le ve el artesonado a la legua, pero Flanagan, listo como pocos y consciente de ello, para equilibrar la balanza te endosa un tercer acto loco e inesperado con el que te gana. ¡Dichoso Mike Flanagan!
En resumidas cuentas, ya desde los créditos iniciales “Ouija, el origen del mal” es un sano homenaje al cine de terror clásico, lo que no es mala base a la hora de sacar adelante un producto tan mainstream como este. Pudiendo haberlo hecho el realizador no abusa del jumpscare, otra cosa que le honra. Por no mencionar que la película es capaz de ofrecer algunas buenas imágenes para mayor gloria del entregado a la causa. Una cría cortando el bacalao en una sesión de ouija es top. Denle un palo y un chicle a Flanagan y os construirá un centro comercial. “Ouija, el origen del mal” es más de lo que cabria esperar.