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Voto de Isaac Paskual:
5
Acción. Thriller Tom Steel, un ex-agente de operaciones especiales y su compañero Manning deben supervisar la llegada de dos misteriosas presidiarias y desmantelar una antigua prisión. Cuando llevan a cabo la operación y descubren la verdadera identidad de las presas, se dan cuenta de que están en medio de algo muy peligroso. (FILMAFFINITY)
28 de noviembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que sucede en una alineación de planetas, Steven Seagal y Steve Austin se han juntado y el resultado es “Máxima condena”, cinta que va directa a convertirse en un verdadero placer culpable para todo amante de la acción de serie B que se precie.
A mí siempre me gusta comparar el cine de acción de serie B con el menú de una cadena de comida rápida cualquiera; sabes que no es bueno para el cuerpo, pero aun así te lo metes con gusto entre pecho y espalda. “Máxima condena” es un menú combo en toda regla. Para empezar tenemos la pertinente ración de patatas fritas que en este caso sale de mezclar a Seagal y a Austin en un mismo lote. El primero representa la fuerza bruta sin miramientos y el segundo la fuerza bruta con socarronería, y juntos resultan explosivos. En segundo lugar, tenemos la hamburguesa doble fruto de una trama que se entrega al placer de la serie B desde el minuto uno. Una prisión de máxima seguridad que funciona al margen del gobierno y que esta en vías de ser clausurada, Steven Seagal y Steve Austin como jefes de la seguridad privada, una presa con información sensible que genera un ataque al complejo; ¿qué más se puede pedir?... Más disparos y ruido que diálogos, testosterona a raudales y una trama en la que sabes lo que va a pasar pero no te importa, son algunos de los ingredientes de dicha hamburguesa. Y para finalizar tenemos el refresco de litro con hielo en forma de Keoni Waxman, un director que conoce este subgénero y que ha hecho tantas películas (serie de televisión incluida) con Seagal que perfectamente podría formar parte de su familia, aunque tendría que hacerse ruso. Vale que Waxman no es Roel Reiné, pero se defiende bien.
En definitiva, “Máxima condena” es un entretenimiento solo apto para tolerantes a la serie B, todos los demás casi mejor absteneos a riesgo de necesitar apagar la televisión en el minuto cinco. Y después de verla solo queda gritar: ¡viva la grasa y el colesterol!
Isaac Paskual
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