"Las crónicas de Blancanieves (El cazador y la reina del hielo)", que vaya con el titulito, junta a Charlize Theron, Emily Blunt, Chris Hemsworth y Jessica Chastain. Si les soy sincero, durante sus noventa minutos largos de metraje no he podido dejar de pensar en otra cosa. De hecho, ni sé de qué narices iba la película. Única y exclusivamente he podido recrearme lascivamente en ese trébol de cuatro hojas de bellezas griegas cinceladas en mármol blanco, motivo por el que "Las crónicas de Blancanieves (El cazador y la reina del hielo)" ya se gana mi cinquillo ramplón. Dejar en la estacada a Kristen Stewart no me parece motivo menor para esa nota, las cosas como son. Más guapa que la Theron, presumía. En fin.
"Las crónicas de Blancanieves (El cazador y la reina del hielo)" se articula como un 25% precuela de "Blancanieves y la leyenda del cazador" (Rupert Sanders, 2012) y un 75% secuela. La madrastra murió, o eso parece. Ahora su, consumida por la ira hermana, domina con mano de hierro en el norte, mientras el resto del reino lo domina Blancanieves. Dichoso norte, de verdad. Creativos de Hollywood, lo de que todo lo peor siempre venga del norte ya empieza a estar muy visto. Primer aviso. Así se desarrolla esta estereotipada, innecesaria y poco imaginativa aventura fantástica de acción que coloca al cazador como eje central, en vistas de que Blancanieves debía estar en día libre.
Al final "Las crónicas de Blancanieves (El cazador y la reina del hielo)" acaba resultando un producto chabacano que atrae por su cuarteto protagonista, y ya. Hollywood puso el piloto automático para hacerla cuatro años después de su predecesora, y yo para verla. Cedric Nicolas-Troyan, miembro del equipo de efectos visuales en "Blancanieves y la leyenda del cazador", ocupó la silla del director visto que Rupert Sanders también debía tener día libre.
¿He hablado ya de ese cuarteto de bellos íncubos y súcubos que protag... ¡¡¡Vale, vale!!! No se puede decir nada, oye. A la mínima saltáis. Que os zurzan, me dedicaré al onanismo.