Pablo Larraín es uno de los mayores desalmados que ha parido la humanidad, y esta genialidad llamada "El club" lo deja patente.
Me estreno en la obra del cineasta chileno, y no puedo hacerlo de mejor manera. A tope con esta abrupta colonoscopia a traición heredera del mejor Michael Haneke —y de la que, cuanta menos información tengáis a la hora de sufrirla, mejor— a pesar de ser de esas propuestas que te expulsan continuamente de ellas. Durante su visionado es como si hubiera detrás de ti un tipo despreciable dando continuas pataditas en el respaldo de la butaca, por lo que esta no para de moverse y así es muy complicado aunque te esté gustando lo que estás viendo.
Últimamente he enlazado varias cintas de esas que se pueden calificar como cine de terror fuera del cine de terror. Y la verdad es que "El club" camina en esa tradición. Un film tan atrevido como difícil e incómodo sustentado en una sinopsis que, conceptualmente hablando, me flipa; y sujeta esta a su vez en un atinadísimo reparto que supura puro y vil magnetismo. Y luego hay que resaltar ese paralelismo que establece Larraín con cierto libro y… Va, venga. Que he dicho que no iba a desvelar nada.
En fin, aun no siendo redonda "El club" me lleva obsesionado días. De esas obras que, no solo ganan con el tiempo, sino que un revisionado les sienta de maravillas. Aunque también os digo que hay que tenerlos cuadrados para volver a verla sabiendo a lo que te vas a enfrentar.