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Voto de AlvaroFaure:
7
Comedia. Intriga California, año 1970. A Doc Sportello, un peculiar detective privado de Los Ángeles, le pide ayuda su exmujer, una seductora "femme fatale" debido a la desaparición de su amante, un magnate inmobiliario que pretendía devolverle a la sociedad todo lo que había expoliado. Sportello se ve envuelto así en una una oscura trama, propia del cine negro. Adaptación de la novela homónima de Thomas Pynchon publicada en 2009. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la primera vez que la veo en 6 años y me ha gustado un poco menos de lo que recordaba que me gustaba entonces, algo que viene a constatar de una manera más directa la sensación que tenía desde hace bastante tiempo de que el cine de su autor, más apegado a lo que me interesaba entonces y más alejado de lo que me interesa ahora, ni me emociona ni me impacta de la manera en que lógicamente lo hacía a mediados de la década pasada.

Algo que creo que me ocurre a menudo con Paul Thomas Anderson es que suele tomar un par de decisiones clave que terminan siendo al mismo tiempo las desencadenantes de los mejores momentos de cada película pero también sus mayores problemas. En su día solía pensar que Anderson había entendido perfectamente a Pynchon y que simplemente había decidido partir de la historia de la novela –la cual replica casi al dedillo– para dirigir la atención a lo que a él más le interesaba y que se encontraba más de fondo en el libro.

Ahora no pienso que sea realmente así. Creo que Anderson no entendió del todo a Pynchon –o al menos no de la manera en que yo lo entiendo, claro– y como consecuencia hizo un intento de adaptar Inherent Vice que no funciona del todo bien como tal, lo que da lugar por ejemplo a este humor extraño que abunda en la película y que en ocasiones es realmente muy divertido pero que la mayor parte del tiempo es simplemente... raro, como impostado y genuinamente fuera de lugar y no «fuera de lugar» en el sentido «bizarro» que da la sensación de que se estaba buscando en un intento de trasladar el sentido del humor puramente pynchoniano.

También creo que este ritmo aletargado y como «drogado» que imprime a la cinta es parte de la búsqueda de construir una atmósfera de confusión y paranoia y que si la historia se hace tan difícil de seguir a ratos es precisamente por la manera intencionada en que se ensamblan unas partes con otras y demás decisiones conscientes de dirección, hasta la forma en que Joanna Newsom narra de fondo lo que sucede participa en este plan para hacer entrar al espectador en una especie de estado de trance que no es solo que no se asemeje en nada a la manera en que Pynchon construye sus relatos, que en el fondo da completamente igual, sino que resulta ligeramente cansino cuando no termina de funcionar en una película.

Pero como digo, las decisiones de Anderson que generan los mayores problemas de sus obras son también las que nos ofrecen sus más valiosas virtudes y sus mejores momentos. En este caso la forma de malinterpretar de manera intencionada o de manera casual la historia original en clave nostálgica y romántica da lugar a un enfoque nuevo y maravilloso del relato que resarce por completo a la película y la convierte en una cosa totalmente distinta y muy especial.

La escena de la ouija, con Shasta y Doc corriendo y abrazándose bajo la lluvia (They didn't score any dope that day, but somehow, suddenly, it didn't matter), la despedida entre Doc y Coy antes de que este se reúna con su familia, la única cosa que Doc es capaz de arreglar en esta historia (You save your own live. Now you get to live it), el flashback con Shasta por la playa... momentos que si estaban en el libro es tan difícil recordarlos como lo es describirlos ahora porque es imposible alcanzar la dimensión romántica y vital que imprime Anderson a cada uno de ellos.

Este enfoque nostálgico, triste y profundamente amargo que convierte a Doc en una figura patéticamente arrepentida añade al libro y al personaje una dimensión que existía pero que se encontraba desplazada y no solo complementa la historia sino que da sentido a la película y contribuye a generar esta sensación final de nostalgia por el tiempo que no se ha ido pero que ya uno siente próximo a terminar, los últimos días de un estilo de vida que parecía que duraría siempre. La trama enrevesada nunca importó en ninguno de los dos formatos sino el camino que se transita para intentar desenredarla, si es que eso ocurre.

La película termina con este plano de Doc y Shasta en el coche, una broma acerca del futuro de su relación y un hermoso rayo de sol que se deposita sobre el rostro de un Joaquin Phoenix que sonríe esperanzado. El libro de Pynchon, que termina de manera distinta, curiosamente captura también ese sentimiento de esperanza que Anderson refleja de manera literal en sus imágenes. Las maravillosas últimas palabras de la novela llegó a recitarlas Joanna Newsom en voz en off para una última escena de la película que tristemente nunca llegó al montaje definitivo y que desde siempre es, por los matices y los detalles casi inapreciables que hacen maravilloso a Pynchon, uno de mis finales favoritos de cualquier cosa.

Maybe he'd have to just keep driving, down past Long Beach, down through Orange County, and San Diego and across a border where nobody could tell anymore in the fog who was Mexican, who was Anglo, who was anybody. Then again, he might run out of gas before that happened, and have to leave the caravan, and pull over on the shoulder, and wait. For whatever would happen. For a forgotten joint to materialize in his pocket. For the CHP to come by and choose not to hassle him. For a restless blonde in a Stingray to stop and offer him a ride. For the fog to burn off, and for something else this time, somehow, to be there instead.
AlvaroFaure
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