Un ladrón de cajas-fuerte que quiere redimirse, un joven campesino que quiere dar "un gran golpe" y una joven huérfana gracias a Pinochet creen que pueden empezar de cero y encontrar por fin el camino de la felicidad, pero las cosas no son tan fáciles.

Es verdad que no es una historia verosímil, como no lo son los cuentos de hadas o las películas de superhéroes, pero tiene unos personajes bien trazados y un engarce entre las acciones creíbles. Por ejemplo, el joven conoce a la joven en la puerta de un cine porno, de unas galerías comerciales. Después sabremos por qué está ella allí. Como también sabremos por qué le tiene cariño al caballo y por qué lo necesita en un ambiente urbano.

Que una rusa recoja a una niña de 5 años y le enseñe danza y que esa niña, aunque sea a punta de pistola, pueda bailar para el mejor crítico de Santiago en el mejor teatro, es una gozada. Y me gusta, porque sé que nunca pasará. Y me da rabia.

Porque hasta el enano tiene el buen gusto de regalarle su plan de robo perfecto a su amigo de la cárcel. Y el asesino confiesa que nunca ha matado a alguien si antes no le ha hecho nada, pero un pacto es un pacto. En realidad los únicos malos son esos soldados que entran a golpe de bota y dejan a Victoria en manos de los servicios sociales. Por eso, robarles, no es tan grave, porque es restituir un poco de lo que ellos se han llevado.

Queremos que el chico se quede con la chica, que roben a los malos, que el alcaide reciba su merecido. Algunas cosas pasan y otras no.

He pasado un buen rato.