Que no te confunda el trasfondo Japonés de El bosque de los suicidios, poco tiene que ver con el terrorífico cine nipon al que estamos acostumbrados. Que no te despiste que el bosque Aokigahara exista en la realidad - situado en las faldas del monte Fuji, Japón - y sea famoso por la cantidad de cadáveres que se hayan anualmente en las profundidades del mismo. Dicho así suena espeluznante. Un mito popular afirma que los yacimientos de hierro magnético que allí se encuentran hacen que tanto brújulas como elementos electrónicos dejen de funcionar, por lo cual no aparenta ser un lugar adecuado para ir de acampada.

El director Jason Zada tenía en sus manos lo que podría haber sido una película prometedora, una historia que da bastante repelús y a la guapa Natalie Dorner (Juego de tronos) como protagonista por partida doble. Sara y Jess son dos gemelas idénticas, digamos que son súper iguales porque según las palabras de Sara "Cuando algo malo le pasa yo lo noto, cuando se mete en líos siento que tengo que salvarla”. Y es que estamos ante 93 minutos repletos de clichés, de principio a fin.

El bosque de los suicidios satura al espectador mediante previsibles sustos y un argumento poco sólido para la historia que podía haber sido pero no fue.

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