Es un clásico del cine de acción de los años ochenta. De eso no hay ninguna duda. Uno echa de menos las películas como esta, de una más que meritoria originalidad en esta época de remakes, segundas y terceras partes de argumentos que ya están más que trillados y visitados. Y es que la historia de estos mercenarios que se ven abocados a luchar contra un ser de otro planeta tiene muchos elementos que sorprendieron en su época: uno se imagina que va a ver una película de acción al uso y de repente se ve inmerso en una cacería sin cuartel y en una lucha por la supervivencia que te deja sin aliento.

Aparte de ser una más que recomendable película de acción, se pueden ver algunas lecturas algo más profundas que llenan al film de significados más que interesantes: la jungla que se lleva a los cazadores; esa forma de actuar contra el ejército tan propia de la guerrilla (¿recuerdas Vietnam?); esa CIA que actúa en Centroamérica... pero no es un film de arte y ensayo, sino una película de acción fabricada para entretener y vaya si lo consigue, sobre todo gracias a ese artesano que nos ha regalado algunas buenos films que es McTiernan, que estaba en su momento de gloria.

En fin, la película conoció una secuela que no estaba a la altura, una revisitación contra Alien que fue bochornosa y últimamente una revisión fabricada por Robert Rodríguez y que hizo que se vieran confirmadas nuestras peores inquietudes: no valía gran cosa. Para colmo, Shane Black terminó de hundirnos en la miseria. Seguimos a la espera de algo bueno. No, mejor, dejen descansar ya a esta criatura y no mancillen más su nombre. Ya ha habido suficientes decepciones.