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Voto de Ford Farleine:
5
Thriller. Drama Texas. Chris, un camello de poca monta, y su padre planean matar a su madre y ex-mujer para quedarse con el dinero de su seguro de vida. La razón es que Chris ha contraído una deuda y está amenazado de muerte. Padre e hijo contratan los servicios de 'Killer Joe' Cooper, que es policía y también asesino a sueldo.
19 de abril de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de William Friedkin siempre se ha caracterizado por la irregularidad. Un tipo que rodó en los años 70 “El exorcista” y “French Connection” pordría haber hecho lo que hubiera querido, podría haberse vendido a la industria y realizar películas convencionales que atesoraran su calidad. En lugar de eso, prefirió realizar unas películas arriesgadas. Así llegaron películas muy recomendables y muy reivindicables como “A la caza” o “La presa”.
Sus películas se caracterizan por la ausencia de moral con que mira a sus personajes. Friedkin narra sus acciones y no toma partido, es totalmente aséptico y amoral y deja que el espectador saque sus propias conclusiones. Es un cine valiente y difícil. En esta ocasión, nos narra la historia de una familia desestructurada que planea matar a la madre para cobrar el seguro. Para ello contratan a Killer Joe, un policía que se gana un sobresueldo como asesino profesional. A lo largo de sus fotogramas van desfilando una galería de personajes a cada cual más acabado que son en quien recae el peso de la acción. Evidentemente, nada acabará como se ha planeado, pero esto no es lo verdaderamente importante del film ya que esta película aporta algo de originalidad con respecto a las otras películas de cine negro a las que se asemeja. Friedkin pone sus ojos en los personajes, en sus actos y deja que nosotros juzguemos los porqués y los cómos de unas conductas que pueden llegar a ser difícil de explicar. En el fondo, la película no es más que un certero retrato de la miseria humana, de su degradación y de los cobardes actos que el ser humano puede llegar a cometer por tal de seguir vivo o de no sufrir daños, de cómo la cobardía hace que agachemos la cabeza ante el más fuerte y le dejemos hacer lo que plazca.
Los actores están todos soberbios: Thomas Haden Church borda al paleto pusilánime ignorante, Gina Gershom realiza un gran trabajo como su ordinaria mujer, alcanzando niveles de vulgaridad muy logrados, Emile Hirsch también está muy bien como el “cerebro” de la operación y el único que tiene algo semejante a la conciencia, pero la palma se la lleva Matthew McCounaghey en un registro hasta ahora desconocido, alejado de sus mohines insoportables, aunque no pueda evitar lucir palmito, en un personaje que irradia psicopatía, degeneración, peligro y maldad.
Le pongo una baja calificación a la película ya que, aunque valoro sus puntos fuertes, me dejó un mal sabor de boca increíble con su violencia explícita y su sexualidad grotesca. Estoy seguro que es lo que buscaba Friedkin, sobre todo con la inolvidable escena final, pero quizás es demasiado para mí.
Ford Farleine
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