Sam Wothington parece empeñado en cargarse su propio estatus en la industria del cine más rápidamente que como lo consiguió. Lleva una racha de estrenos el hombre que… ya, ya. En esta ocasión encabeza un thriller en el que se nos presenta a un policía acusado injustamente de un crimen que no ha cometido y que se encamarará al borde de una cornisa amenazando con saltar para demostrar su inocencia.
La propuesta, aunque pueda parecer lo contrario, no es muy original. De hecho, a mí me recordó mucho a “Negociador”, la de Kevin Spacey y Samuel L. Jackson, no la de Eddie Murphy, salvando las distancias. Lo digo porque la de Spacey es bastante mejor. Aparte del falso culpable que mantiene en jaque a la policía de la ciudad, también tiene mucha importancia la figura del negociador, en este caso negociadora, que es pedida expresamente por el sospechoso para conseguir sus fines. Aparte de esto, la película también tiene elementos de las películas de atracos perfectos, estilo la saga de Ocean pero claro sin su glamour ni con su estilismo visual. Así, hay demasiados elementos que no se conjugan tan bien como para armar un argumento sólido. Se pasa un rato agradable, no nos vamos a engañar, pero no es ni mucho menos una película que sorprenda.
El reparto es espectacular. Aparte de Worthington, aparecen Elisabeth Banks en la piel de la negociadora (muy eficiente), Edward Burns en un secundario simpaticote (para esto ha quedado), Jamie Bell (de lo mejorcito), Génesis Rodríguez (también de lo mejorcito, pero por otras razones) y el gran Ed Harris en un papel que sabe a poco.