Últimamente los nórdicos han estado bastante acertados a la hora de realizar thrillers ya sean en cine o en novela, están viviendo un momento dulce en lo que al género negro se refiere. Pero también se ha de decir que no todo lo que viene de allí tiene que ser bueno por narices, porque sería faltar a la verdad.
Y algo de eso es lo que ocurre con esta película. Basada en un libro de una serie de novelas que tiene al personaje que da nombre a la cinta se nos presenta una intriga que, por lo menos a mí, me dejó más frío que la temperatura que debe hacer en aquellos parajes en invierno. Un niño es el único superviviente del ataque de un psicópata a su familia y, al estar el muchacho en coma, la policía recurre a un hipnotista para que le saque la información. Ya la trama se antoja poco menos que enrevesadilla, pero el desarrollo es aún peor. La película se hace larga, aburrida y carente casi por completo de ritmo. Esto se debe, casi con total seguridad, a la poca pericia del director Lasse Hallström en estas lides. Que se me entienda bien, Hallström es un director muy competente, pero su estilo va mejor para sus comedias dramáticas o sus dramas como ha demostrado “La pesca del salmón en Yemen” o “Las normas de la casa de la sidra”. Tiene mucho talento para el cine intimista y sentimental, para el thriller, no.
Aparte de esto, la película es de un previsible que asusta. Yo no es que sea muy listo pero me veía venir el desenlace desde los diez minutos y eso es porque te lo telegrafían y cuando salió el culpable, le dije a mi mujer: “es@ es el/la mal@” y acerté, pero tengo que reconocer que tampoco era muy complicado. Debe ser que estoy más acostumbrado a ver thrillers que Hallström a dirigirlos y ya, por la costumbre, voy conociendo sus tópicos y es que nada ocurre por casualidad en este tipo de películas.