Yo no sé qué es lo que me ocurre, la verdad. Es que a veces me pongo a pensar y no me entran en la cabeza las razones que me llevan a ver semejantes pestiñazos que no merecen la pena. Por lo menos a mí no me lo parece. Debe ser que cuando voy por ahí buscando películas es ver a Val Kilmer en la carátula o Andy García y una fuerza incomprensible se apodera de mi ser y de mi voluntad y tengo que verla. Y si es los dos juntos ya no me puedo controlar (si apareciese por allí Cuba Gooding Jr., tendría un orgasmo). Luego me paso horas lamentándome por haber perdido hora y media de mi vida en semejante patochada. Debo de ser un adicto a las pelis de videoclub. Sí, será eso.
En esta ocasión, la película ha sido dirigida por Renny Harlin, antes conocido como un competente director de películas de acción (“La jungla 2” o “Máximo Riesgo”) y narra la guerra que enfrentó a Rusia contra Georgia, con el conflicto de Osetia al fondo. Y todo se hace desde la perspectiva de unos periodistas que cubren el conflicto y que son testigos de las atrocidades que se realizan sólo desde un lado de los combatientes en el conflicto. Ese es el peor punto de la película: el maniqueísmo con el que trata a los dos participantes del conflicto, los rusos son muy muy malvados, vamos satán rencarnado y los georgianos son hijos directos de la madre Teresa de Calcuta. A mí no me cae muy bien Putin ni Medveded pero tampoco creo que sean mucho peores que algunos gobernantes americanos del último cuarto de siglo: los rusos son capaces de las peores atrocidades del mundo (aunque es verdad que hay excepciones*), de las peores matanzas y los demás simples víctimas que dependen de la protección americana… ése es el punto más bajo del film.
El reparto tampoco es mucho más allá: Rupert Friend está muy falto de carisma y Val Kilmer y Andy García han tenido momentos mejores: el primero se lo toma a chufla y el segundo se lo toma demasiado en serio; también se ven por ahí a Heather Graham y Rade Serbedzija, creo, haciendo su papel de siempre. Lo mejor es la labor del director que se sobrepone a un guión lamentable y que rueda las escenas de acción de una forma muy profesional (aunque no brillante) logrando que no se note la falta de recursos, que no es poco.