Se trata sin duda de una de las sensaciones del año. Una película que ha despertado el interés y los parabienes de todo el mundo de la crítica así como el enfado por haber pasado sin pena ni gloria por todas las ceremonias de premios organizadas por las diferentes Academias de cine. Esto se tiene que deber a que se trata de un film arriesgado, de los que no estamos acostumbrados a ver.
La película está bastante bien, pero tampoco es que sea una cosa demasiado divertida. Intentaré explicarme.
Pocas veces se ha visto en el cine retratar la vida con tanto realismo como en este film. Vemos a Adele dormir con la boca abierta, tener la boca manchada de salsa de macarrones, una cena familiar con todos viendo la televisión, a Adele sacarse las braguitas de la raja del culete, la vemos moquear como una loca cuando llora... La vida es así y así nos la transmite el director. Se palpa la realidad en cada una de los fotogramas de la película y esto hace que empatices con la historia a un nivel bastante superior al que se consigue con la media de este tipo de películas. Me encantó ver cómo Adele pierde la paciencia a veces en su trabajo y el esfuerzo que debe realizar para que le hagan caso. Hay gran cantidad de películas (y muchas muy buenas) que tienen lugar en el aula, pero siempre me ha hecho gracia que en ellas, los alumnos están atendiendo al profesor en silencio. Cualquiera que trabaje en la Enseñanza sabe que no es tan fácil. Así pues, hay que valorar el esfuerzo del director por hacer una película tan real. En este sentido hay que destacar las escenas de sexo, arriesgadas y novedosas. Nunca se habían visto unas escenas así en el cine comercial (se entiende). Las actrices destilan sudor, saliva y pasión haciendo que veamos la escena de cama más realista que nunca se haya rodado. Aparte de esto, el director consigue que el espectador se involucre en la historia amorosa que nos está contando. Y eso es muy complicado, ya que desde la perspectiva del amor heterosexual, no es tan fácil conectar con una historia homosexual. No me estoy refiriendo a ningún sentimiento homófobo, por supuesto. Lo que quiero decir que al ser una historia de amor de una tendencia diferente, se puede dar el caso que la identificación con los personajes no se dé, algo que no pasa aquí, porque el espectador sufre y disfruta con la protagonista: se identifica con ella. Y esto es gracias al trabajo colosal de la pareja protagonista: Lea Seydoux está colosal en su papel pero es que no hay palabras para definir el trabajo de Adele Exarchopoulos (no sé si lo he escrito bien). Qué naturalidad, qué expresividad, qué derroche de registros. Una interpretación de las que marcan una carrera y que será recordada para toda la posteridad.
En definitiva, una historia de amor con sus altos, sus bajos, sus celos, sus pasiones, sus idas y sus venidas... como las que todos hemos vivido y contada como son las historias de amor en la vida real.
Esto es lo positivo del film. Lo que menos me ha gustado es que se hace demasiado larga. El director Kechiche se toma su tiempo para detenerse en momentos que no tienen tanta trascendencia y sin embargo pasa muy deprisa por otros que podían haber dado más de sí. Se detiene muchísimo en la famosa escena de cama. Más de diez minutos parecen excesivos. Es como si quisiera provocar o conseguir propaganda para la película de la forma más fácil. También se detiene demasiado en escenas como las de la playa (Adele haciendo un muerto durante casi cinco minutos) o las del trabajo también se podían haber solucionado en menos tiempo, y sin embargo la adolescencia de Adele se pasa en un santiamén: se pasa muy deprisa en los conflictos de Adele con sus amigos por su identidad sexual, sólo una discusión, y de su relación con los padres, tampoco se sabe mucho. Sugiere donde debe mostrar y muestra donde debe sugerir.
Esto hace que el conjunto sea irregular y por momentos aburrido. Y esto me hace decir una cosa que muchos considerarán una blasfemia: siendo una de las mejores películas del año, yo prefiero “Guardianes de la galaxia”.