Shane Black ha vuelto a convertirse, por derecho propio, en una de las personalidades más importantes en el cine actual. Aparte de ser un guionista de garantías, se ha convertido en uno de los directores que más hay que tener en cuenta en los últimos años, gracias a joyitas como “Kiss Kiss Bang Bang” y a aciertos considerables como la tercera parte de la saga de Iron Man.
Ahora nos llega con esta especie de buddy movie con toques de humor y algo de surrealismo. Una suerte de neo noir recubierto con ironía al estilo de los hermanos Coen o el último Paul Thomas Anderson de “Puro Vicio”.
La película está bastante bien y eso se debe en buena medida, a un guion que, a pesar de algunas arbitrariedades considerables, funciona. Llegados a un punto de la película, pudiera parecer que lo de menos es el argumento, lo principal es el viaje, esa especie de montaña rusa, a veces frenética, a ratos mareante. El caso (y su resolución) no tiene tanta importancia como la investigación en sí y quizá sea ese uno de los aciertos más destacables del film. Tiene momentos realmente brillantes, no se puede negar, pero personalmente, a veces, algunas situaciones se me antojaron algo forzadas, y eso quizá se deba a la pareja de actores que se ha elegido para protagonizar el film. No se puede decir que no sean dos actores realmente buenos, con un carisma fuera de toda duda, pero a mí me chirrían bastante. Russell Crowe ha nacido con una tara de gracejo natural que hace que en estos papeles se le vea forzado, pero tampoco es culpa suya. El hombre tiene poca gracia, pero poca, poca, por no decir ninguna. Y Ryan Gosling está sobreactuado y le resta credibilidad a su personaje y al conjunto de la película.
Para finalizar, me gustaría decir que es una película muy amena, entretenida y simpática. Una de esas películas que se llevaban en los años 80 que mezclaban humor, intriga y acción, pero con algunos lunares mejorables, para mi opinión, como que metan a la nena en todo el berenjenal.