Alberto Rodríguez crea una de las películas más reveladoras del 2014, un thriller excepcional; crepuscular, crudo, contenido y que engancha cuidadosamente al espectador.

Las marismas del Guadalquivir sirven para crear un oscuro universo formado por personajes que no son lo que parecen (la mayoría) y en el que acompañamos a dos policías que representan las dos Españas de la transición. Una pareja protagonista excelsa y que, aún con ese pasado que refugian en sus contenciosos rostros, el espectador se entrega a ellos en la investigación. Tremendo Javier Gutiérrez, un actor siempre relevado a papeles secundarios, que asombra en la creación de un personaje claroscuros, pero no menos merece Raúl Arévalo, un actor que crece más y más.

Rodríguez aporta una lección de dirección de un thriller, con pulso, con respeto al espectador y creando junto a su equipo técnico y artístico una película cercana a la perfección. Asombrosa fotografía de Álex Catalán, co-creador del crudo universo; y no menos merecen la labor en arte y en el aspecto sonoro.

Rodríguez crea su obra maestra, un director que siempre ha explorado el thriller en nuestras tierras y que al fin tendrá su recompensa ante esta maravilla en la mayoría de sus aspectos. Un thriller contemporáneo inolvidable.