El excéntrico director griego Yorgos Lanthimos vuelve a crear un marciano mundo para hablar del ser humano y nuestro tiempo. Una espécie de distopía que le valió el Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes.

Lanthimos nos presenta un futuro cercano en el que cualquier individuo soltero es enviado a un apartado hotel en el que tiene un cierto numero de días para encontrar pareja, si no lo consigue se verá transformado en el animal de su propia elección.

Lanthimos realiza en este microuniverso una certera y provocadora mirada pesimista-existencialista sobre el ser humano. Los personajes, a partir de su frialdad e inexpresividad, reafirman el carácter humano contemporáneo y solo con la aparición del personaje de Rachel Weisz, el filme encuentra un poco de cándidez romántica, más intelectual eso si que emocional.

Lanthimos sigue confirmándose como una voz propia del cine europeo, con su frío tono y universo además de un extraño y perturbador humor. El cineasta griego se rodea de un reparto estelar en el que dentro de la frialdad imperante, solo Colin Farrel llega a conmovernos.

Aunque su extravagancia vaya a tirar para atrás a los espectadores menos atrevidos y un cierto bajón en su último acto no le permiten ser uno de los mejores filmes del año; la original y única construcción de un microcosmos lleno de crítica social, su mirada hacia la pareja, los sentimientos y el amor la convierten en la propuesta más variopinta y personal del año.

El Crítico Inquilino