He aquí un perfecto ejemplo de como intentar aunar emotividad y calidad cinematográfica sin que el espectador sepa muy bién donde empieza una y termina la otra. Si partimos del hecho de que el cine como arte y espectáculo nos debe provocar un estímulo y un placer para los sentidos y el intelecto ahí es donde nuestra subjetividad y perspectivismo entran en juego. Hay estímulos inmediatos y emocionantes como el amor de un padre a un hijo o la audición de un aria operística.Sin embargo, tengo la sensación al ver esta película que ciertos elementos en los que todos podemos identificarnos(la lucha por vida) se nos ofrecen de forma artificiosa y sin ningún pudor. La maravillosa (aunque algo repetitiva) música de Nicola Piovani acaba por "desarmarnos" y hacernos olvidar que estamos ante un "clown" como Benigni que en la vida nos había hecho reir ni pensar en el como un hombre de cine.La sombra de Chaplin y Fellini es alargada y su combinación ha obrado el milagro de llegar a las masas, aunque el valor cinematográfico de esta película no vale un fotograma de los filmados por estos maestros.