Salvador (Puig Antich) recrea los últimos momentos de la vida del joven anarquista catalán, último ejecutado en el garrote vil junto al polaco Heinz Ches. La película se encuentra estructurada en dos partes bien diferenciadas; en la primera, que comienza con la detención de Salvador, el protagonista - encarnado por un Daniel Brühl más que sobresaliente- repasa los momentos clave de su actividad política, desde los primeros contactos con futuros camaradas hasta los acontecimientos que precipitaron su encarcelamiento y condena, pasando por las acciones del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación, al que pertenecía). La ambientación es buena y las escenas de acción resultan efectivas -el atraco de bancos a ritmo de clásicos del Rock 70´s es una auténtica gozada-.

La segunda parte se abre paso con un Salvador que a duras penas soporta sus primeros días en prisión; la evolución en su trato con uno de los funcionarios de prisiones, las relaciones familiares en la distancia o los esfuerzos de su abogado Oriol Arau -Tristán Ulloa- por recurrir la sentencia toman el relevo y nos conducen por los pasajes más dramáticos y emotivos de la cinta, con unos minutos finales verdaderamente angustiosos.

Durante sus 138 minutos de duración no deja de regalarnos imágenes, pensamientos y melodías que despiertan -o deberían- los sentidos y la conciencia. Buen ejemplo de cómo elaborar un producto comprometido sin caer en el panfletarismo, va más allá; busca hacer diana en la reflexión y el sentimiento, y el disparo resulta más que certero.

Desde el punto de vista técnico, mención especial merece la banda sonora con escogidos temazos setenteros de Iron Butterfly, Leonard Cohen, Jethro Tull o Bob Dylan que junto a otras del cantautor de Lluis Llach contribuyen muy favorablemente a la magnífica ambientación de la película.

Bravo, Señor Huerga. Los Oscar? ellos se lo pierden; confiemos en que Europa sepa valorar este excelente trabajo.