No creo que se trate de ninguna perversión, pero lo cierto es que cuando una película hace reír y disfrutar al espectador, a la hora de valorarla, se le debe dar mínimo el aprobado. No vale decir “es mala pero me gusta”. No, es mejor reconocer que le ha gustado y defenderla, que los demás piensen lo que quieran. Y así es como nacen las películas de culto, sean de serie A, o bien de serie B como el caso presente.
Realizada en pleno boom de las películas de agentes secretos y espionajes, “Más peligrosas que los hombres” se convierte en estupendo divertimento kitsch al que se le echa muchas dosis de morro, quizás también de ingenuidad, pero al menos guarda el sentido de la aventura y del exceso, tanto para bien como para mal, sea en sus peripecias argumentales como en su estética. Alimentada por el éxito de “Modesty Blaise” o “Arabesco” en esta ocasión se opta por la reivindicación total de la figura femenina en el cine de acción, cosa que no era tan habitual no hace tanto tiempo.
Puros que explotan, aviones que estallan, venenos… todo se va terciando con tal rapidez y desparpajo que ni Bugs Bunny hubiera podido superar a las sofisticadas protagonistas que merecen al menos mención si se valora a agentes secretos o malvados en el cine de acción. Ya que títulos como este han servido de base para producciones o parodias posteriores espero que el espectador valore que hace décadas se hacían películas con más frescura que en la actualidad. Frescura en el mayor sentido de la palabra, claro está. Hoy día las gamberradas no son tan soterradas, en el caso de que “Más peligrosas que los hombres” lo fuera, porque a pesar de sus limitaciones queda como un pasatiempos exótico y que seguro animó a los guionistas de la serie de James Bond a ir más allá, a progresar en el desarrollo de sus historias y ponerle más imaginación al asunto.