“Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia” es una película muy particular. Para que me entiendan, reconozco que ha sido una de las más extravagantes que he visto en mi vida, y la verdad sea dicha, he visto casi de todo. El que en Venecia le otorgaran el León de Oro ha sido su “seguro” para que tuviese una carrera comercial, porque si no difícilmente nos hubiera llegado. Su director (y también guionista), Roy Andersson, no es muy conocido en España, como ocurre en muchos otros países, aunque en Suecia sí lo es. Bergman era seguidor suyo. Tiene una larga carrera como director de anuncios, muchos de ellos muy imitados, aunque sus trabajos como director de cine sean, en comparación, pocas las películas, casi desconocidas, y no siempre acogidas con éxito, lo que le condujo a una fuerte crisis emocional. Una figura muy interesante, mucho más teniendo en cuenta (esto es algo que deduzco aunque no lo he visto nunca confirmado) que es de donde han bebido directores de renombre, por ejemplo se me viene el nombre de Wes Anderson. Además con este film ha debutado en el mundo digital, cosa que a su director no le atraía y ha confesado que ha resultado ser una grata experiencia. Todo esto es lo más positivo. Reconozco que es un autor diferente, pero a mí me ha dado igual. Creo que para los más cinéfilos es una película que deberían echar un vistazo, como unos deberes de colegio, cosa ridícula, cuando el cine, al menos para mí, puede tener miles de motivos, menos el impuesto. Porque, a pesar de todo lo dicho, a mí el film no me ha parecido del todo logrado y por eso lo digo casi en tono “obligado”, en el caso de que no satisfaga al posible espectador.
Según su director, con esta película, quiere “dar pie a la contemplación de la existencia con una generosa dosis de tragicomedia (…) y de “lebenlust (ganas de vivir)”. A mí me ocurrió todo lo contrario, salí muy triste, creo que es una de las más deprimentes y austeras en mucho tiempo. Todo envuelto en una estética casi minimalista y desagradecida, en un bucle que a mí me ha recordado a Beckett y su “Esperando a Godot”, donde no se llega a un lado, donde todo es un continuo viaje a la deriva, y a la reflexión, cierto es. Quizás para un corto hubiera sido más fácil, pero a mí se me ha hecho cuesta arriba, sobre todo en su segunda mitad. Y la reflexión más clara es que he sacado es que al fin entiendo el por qué hay tan altos índices de suicidios en Suecia, porque para mí es un film duro y cruel. Los momentos “musicales” me han recordado, vagamente, a Terence Davies, pero sin su candor, su humanidad. Su propuesta, en resumidas, está cuidada, se ve que está currada, con una planificación a veces muy curiosa, pero mi mundo es otro, al igual que su sentido del humor, que aún no sé si lo tenía. Es como si me regalan un cuadro tenebrista, por muy cotizado que esté en el mercado, y por muy “cool” que quedara si lo contara por las redes sociales, pero que nunca lo acabaría colgando en mi salón, por lo que me desprendería de él. Pues algo así de visceral, no me impregna, quizás porque el espectador es utilizado como mero observador y nunca me identifico con ningún personaje ni ninguna situación, aunque siga lo que pasa y lo que se nos cuenta. Todo ocurre bajo un prisma casi bufonesco, onírico y rozando casi el mundo “payasito”, más que teatral, con una actuación que se basa más en el trabajo de “máscaras” que en un trabajo orgánico, con un lenguaje más accesible. Una propuesta como habrán notado tan distinta como muy arriesgada.