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Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia

Comedia. Drama Narra la vida de dos perdedores de entre 50 y 60 años, dos vendedores de artículos de broma que viven en una casa abandonada, y que tienen tres encuentros con la muerte. Cual Don Quijote y Sancho Panza del momento actual, Sam y Jonathan nos conducen por un recorrido caleidoscópico a través del destino del ser humano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
15 de junio de 2015
46 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno pensaba que sabía lo que era el cine hasta que vio Barry Lindon (1975), de Stanley Kubrick, y entonces supe que no sabía nada. He de reconocer, con todo, que no vi esta película en el momento de su estreno, cuando apenas era un adolescente, sino muchos años después, en un reestreno de la década de los noventa, cuando ya me había instalado cómodamente en la dinámica de un mínimo de tres películas a la semana, lo que amplificó exponencialmente mi perplejidad ante la ignorancia fílmica. Música (inolvidable la sarabanda de Haendel: probablemente una de las piezas musicales donde mejor se concentra la conciencia del ser humano ante lo limitado de sus logros, afanes superados por inasibilidad: hay un gigantesco “¿Por qué?” presidiendo toda la partitura del autor alemán afincado en Inglaterra: nada que que ver, desde luego con la Música para los reales fuegos de artificio, desde luego) y literatura al servicio de una de las películas más logradas de la Historia del Cine

Y una vez superado el trauma de mi propio desconocimiento, uno pensaba que sabía lo que era el cine, hasta que vio La comedia de la vida (2007), Roy Andersson, que constituye la segunda película de la trilogía de este director sueco sobre la existencia humana, o trilogía existencial, sencillamente. La primera fue Canciones del segundo piso (2000), que reconozco que no he visto todavía. En este caso, quiero decir, tras asistir a La comedia de la vida, el bochorno personal por la falta de sapiencia fue mucho más llevadero, quizá porque empieza a convertirse en un lamentable hábito.

Pues bien, acaba de llegar a las pantallas españolas el filme que cierra la terna, concretamente Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia (2014), galardonada con el León de oro en la última Muestra de Venecia. Reflexiones sobre la existencia, por lo tanto, donde los seres humanos han sido maquillados excesivamente de blanco, como si tratara de la palidez de la muerte, lo cual ya da una idea bastante aproximada de por dónde va la historia, o como si fuéramos figuras de cera, que también ayuda a comprender de qué va todo esto, al menos según la particular versión de Andersson. Otros dos detalles que nos ponen en situación son la poca vivacidad de los colores, rodada casi toda el largometraje sobre variaciones de beige y verdes apagados, así como la inmovilidad de la cámara durante las diferentes escenas, lo cual es una materialización de las inmovilidad de los personajes, de lo que trataremos a continuación. Quiero resaltar de momento sólo que blancura en las facciones humanas, colores muertos y estatismo son los tres ejes de coordenadas que definen el espacio de esta película de Andersson, en particular, y de su universo fílmico, en general, al menos en las dos películas que he visto hasta ahora.

Decía Aristóteles, quien sí sabía que sabía algo, que lo que diferencia una roca de un trozo de coral es que éste puede parecer inerte, pero tiene capacidad de crecer y, por lo tanto, de vivir. El movimiento era, pues, para el filósofo estagirita la clave de la vida, pero los personajes de Una paloma acusan una nada saludable inmovilidad física, dado que todos se mueven con torpeza o, directamente, no se mueven. Hay una escena, por ejemplo, en que el ritmo difícil de una persona coja es más rápido que los pasos torpes de una persona que no padece ningún problema en las piernas. Pero sobre todo, inmovilidad moral, puesto que lo que verdaderamente se aprecia en la sociedad que retrata Andersson es una pérdida total del impulso vital. Y en realidad no se trata de resignación, sino de una especie de aceptación natural y no traumática de que las cosas son así y que los pasos no conducen a ningún lado, de que el humano devenir no es nada más que un trasunto de la pasividad.

La película se inicia con tres brevísimos momentos de la muerte, donde esta acontece en circunstancias totalmente intrascendentes, y se articula luego sobre una serie de escenas, algunos de cuyos personajes intervienen en varias de ellas, mientras que otros sólo en una. Ése es el caso de unos vendedores ambulantes de artículos de broma, teóricamente novedades en el mercado, pero en realidad desfasados desde hace varias décadas; o un capitán de navío, cuya especialidad, sobre todo en un país tan marítimo como Suecia, se supone que es la navegación, pero que nunca está donde tiene que estar, o no llega, lo cual se me antoja una plasmación del anhelo del ser humano por alcanzar lo inalcanzable, que desemboca en algo tan viscoso como la melancolía. Creo que ya he hablado en alguna ocasión anterior de ese pequeño detalle.

Igual de intangible fue las ambición de la Gran Suecia, o el Imperio Sueco, del enigmático monarca Carlos XII , cuyo reinado se extiende de 1697 a 1718, quien en la batalla de Poltova (1709) perdió una parte importante de lo que era Suecia, lo cual es algo que se recuerda en la película de Andersson en un par de escenas que recrean el antes y el después de esa batalla en un escenario anacrónico, pues se fantasea con la idea de la llegada de las huestes y del propio rey a un bar actual situado en las afueras. En lo que afecta a los propósitos de este comentario, considero que ese par de secuencias tienen la virtud de extender al plano político o social lo que tan reiteradamente se muestra en el plano personal: la inconsistencia de las aspiraciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fco Javier Rodríguez Barranco
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3 de junio de 2015
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de la nueva película de Roy Andersson, la cual pone fin a una trilogía que reflexiona acerca del sentido de la vida, pese a que pueda parecer una soberana estupidez, no podría ser más acertado. Porque Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es la definición del absurdo más coherente. Como película, como titulo, como verdadero paralelismo entre aquellos que no encuentran su lugar en el mundo. Es un hecho que es un trabajo que, pese a su indudable calidad, generará prácticamente la misma cantidad de odio que de amor.

La cinta abre con un plano mudo y absurdo, que hace alusión -y no es la única vez- al título de la película, y que servirá como presentación del tono que inundará todo el metraje. Después se nos anuncia en unos títulos a modo de capítulos, la división en tres secuencias que muestran diferentes formas de enfrentarse a la muerte: una pareja de ancianos en las que apreciamos la incomunicación de la pareja, una discusión entre hermanos por cuestión de posibles bienes a heredar, y la reacción social frente a la posibilidad de conseguir los bienes pagados por un recién fallecido. En el transcurso del metraje seguiremos a diversos personajes que comparten la infelicidad, entre los que destacarán Sam y Jonathan, unos vendedores de artículos de broma que serán el eje central del relato.

Las reminiscencias al cine de Aki Kaurismaki son evidentes; los personajes que construye Andersson son casi tan desgraciados como los del finlandés, compartiendo también un estatismo mucho más pronunciado en el cine del sueco. Aunque debo decir que formalmente me recuerda más a Wes Anderson, que a pesar de que el dinamismo de su cine choque completamente con la austeridad de Roy en la puesta en escena, la composición de planos y encuadres me resulta muy similar. Pero no estamos aquí para comparar su estilo con el de otros directores, ya que su cine adquiere una entidad mayor que eso. Además, no olvidemos que aunque no tenga una filmografía extensa, lleva ya 50 años haciendo cine.

Es de admirar la frescura de la mente de Andersson, que es capaz de, gracias a una imaginación desbordante, darle una vida inabarcable a cada plano fijo (secuencia) que crea. El humor seco y absurdo están siempre presentes, aunque parece que al final pierde un poco de presencia en favor de que veamos la dolorosa realidad que hay en esos personajes desesperanzados. La única esperanza que parece tener Roy Andersson en la humanidad recae en los jóvenes, que están dibujados de manera totalmente distinta a cómo lo están todos aquellos que pasen los 40-50 años. Sus fugaces apariciones contrastan con el resto de personajes, gracias a una vitalidad que no encontramos en los demás, que llegan a un punto de alienación en el que ni siquiera saben en qué día viven.

Lo más interesante del filme llega con un sueño de Jonathan, que hará que nos cuestionemos los actos cometidos en el pasado, por nosotros mismos o los demás, sin saber bien el porqué. Nadie dice ni hace nada frente a un horror evidente, que desemboca en verdaderas atrocidades. El último trabajo del sueco es tan rico y complejo que es complicado desgranar todo cuanto nos gustaría. Es cierto que hay algunos pasajes de los que se podría prescindir, en los que se remarca constantemente la repetición, fruto de la monotonía de lo vivido. Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia nos invita a reflexionar acerca de nuestra propia existencia, mientras vemos a unos personajes que hacen lo mismo sobre la suya propia.

Inabarcable en su primer visionado, la ganadora del León de Oro el año pasado en Venecia supone un aliciente para que veamos el resto de trabajos del sueco. Uno de los primeros must en los estrenos de esta primera mitad de año, y un interesante trabajo que invita a la reflexión con la misma facilidad que hace reír.

Crítica publicada en @dfcinema: http://dfcinema.com/2015/05/27/una-paloma-se-poso-en-una-rama-a-reflexionar-sobre-la-existencia-de-perdedores-y-perdidos/
Marty Maher
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2 de junio de 2015
50 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se supone que esta laureada bazofia nos ofrece 39 viñetas que ejemplifican los absurdos de la vida cotidiana. Pero nada más alejado de la realidad. Tan sólo es verdad que presenciamos – atónitos, sin dar crédito a lo que vemos – a la fatigosa e insoportable tortura de un sinnúmero de escenas absurdas, obtusas, romas, carentes de gracia, de ritmo, de interés o de urdimbre argumental. Se supone que cada escena nos ofrece un ínfimo catálogo que ejemplifica los sinsabores y locuras enajenadas del día a día de una existencia gris, carente de sentido, ayuna de intención y desprovista de encanto…

Pero esta esperpéntica intención – en sí misma, no tengo nada que objetar al propósito que tan consecuentemente se traza su director y guionista – deviene en un vademécum de simplezas, un compendio de escenas deshilvanadas y aburridas, un manual de obtusas y somnolientas estampitas sin vigor ni interés, un prontuario de lo que no se debe de hacer si no se quiere que los espectadores huyan despavoridos de las menguantes y famélicas salas de cine.

Esta película es carne de festival, es decir, si no tienes que pagar por verla, quizás un sesudo crítico se entretenga en alabar el onanismo intelectual de su director, en elogiar la estética tan conseguidamente desaliñada, monstruosa y fea de la cinta, en ensalzar el humor chabacano de caducos feriantes fracasados, en glorificar los saltos y arritmias por doquier, en encumbrar como si de un chiste privado se tratase este feto infecto que debería haber sido abortado para el bien de la humanidad, en celebrar la ausencia de toda novedad y todo entretenimiento. Hemos venido al mundo a sufrir memeces y esperpentos y esta película refleja nuestra deplorable existencia y nos recuerda que no somos capaces de escapar de la sinrazón de los petulantes jactanciosos con ínfulas de creadores perdurables.

Dicen que estamos ante una caricatura de la vida ordinaria. Pero se dicen tantas tonterías y no por publicarse y repetirse se vuelven por ello en verdad. La intención puede que haya sido el crear una afilada, penetrante y sibilina bufonada del devenir aciago de los seres humanos, pero la verdad es que a mí me ha parecido una inaguantable, insultante y soporífera sandez. El único elogio que se me ocurre es que si padecen de insomnio, vayan a verla y saldrán curados. Y disfrutarán de pesadillas funestas.
antonalva
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7 de junio de 2015
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente y desconcertante obra de autor, amalgama reminiscente de la comedia naive de Tati, del humor triste de Kaurismaki y del existencialismo fatalista de su compatriota Bergman. A traves de distintos episodios asistimos a las andanzas de dos desgraciados cantamañanas que dedican su vida, con excaso éxito, a la venta de artículos de broma para hacer felices a sus congéneres.
Presenta una exquisita dramaturgia con escenas hilarantes, por lo absurdo, de la pareja de tristes clowns; sin embargo, la risa/sonrisa se te hiela inmediatamente y deviene en congoja cuando caes en la cuenta de que todos somos unos pobres payasos en este sinsentido que es la vida.
Si te apatece posarte en una rama a reflexionar sobre la existencia, la infelicidad y la decadencia, es tu película; si no es así, mejor te abstienes. ¡Como son estos escandinavos! Sabios tristes.
floren
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30 de agosto de 2015
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente esta película aquí en los comentarios de FilmAffinity será tan defenestrada por algunos como elogiada por otros.

Con su titulo en español "Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia" trata un compendio de personajes frustrados, incomprendidos y patéticos frente al inconmensurable sentido de la vida. Me recordó a Ingmar Bergman por la incomunicación y, especialmente, al gran Jacques Tati por la sutileza del humor filoso y profundo. Una cámara siempre estática captando planos generales en los que la acción no necesariamente sucede al frente y en donde los segundos y últimos planos presentan tantos detalles que —a veces— se hace necesario tener un DVD para rebobinar la cinta y poder apreciar todo el contenido conceptual de la escena.

Humor negro y por momentos negrísimo, colores apagados y pasteles como la grisura que plantean las conductas y sentires de los personajes. No encontrarás la carcajada fácil pero sí la sonrisa que deviene de situaciones muy absurdas y tan estrambóticas que por ello son hilarantes. En este filme no se apela a lo escatológico para que la diversión surja de flatulencias o de puteadas; la obra te obliga a un ejercicio de atención y análisis.

A mí me gustó muchísimo, si quieres ver algo absolutamente distinto a lo corriente paga una entrada o alquila un DVD y juzga por ti mismo.
Atilio
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