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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
4
Drama Crista, Berta y Sole, son tres jóvenes que por distintos motivos se sienten explotadas y discriminadas por la sociedad. Crista, de origen gitano, tiene que soportar un padrastro borracho e inútil, que la obliga a robar: Berta sale de la cárcel y enseguida es abordada por un proxeneta que la quiere colocar. Sole, ha caído en la droga y necesita más y más dinero. Unidas por Cristina y armadas con navajas empiezan a asaltar en calles ... [+]
7 de marzo de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que me produzca mucha pena no le puedo dar ni el aprobado. Me he reído, quizás con un sentido del humor demasiado malévolo, muy retorcido, sí, porque, insisto, es que ha habido momentos hilarantes, quizás de forma involuntaria por parte de sus responsables, sobre todo su director, pero esa es la desgracia, de que para los más frikis o los posibles cinéfilos siniestros, pueda escapárseles semejante película. O por un evidente sentido tanto ético como estético, que por otra parte lo entiendo, y le puedan dar de lado, con toda la razón, porque es tan mala como increíblemente cutre. Eso no es de admirar, pero su mínimo aliciente radica en su soez atractivo, porque es extremadamente “choni” y bajuna, ninguna producción actual se atrevería a tanto (incluyendo su feroz estética ochentera mal utilizada), y porque a pesar de “abordar” el tema de la delincuencia callejera para colmo resulta irreal, aunque se utilice en todo momento la brocha gorda en un falso intento de conseguir “veracidad”.
Jose Antonio De La Loma, ese creador de, por ejemplo, la saga de los “Perros callejeros” y que incluso se metía en coproducciones con actores de renombre, en plan Antonio Isasi- Isasmendi pero con resultados artísticos más discretos y menos taquilleros, es el responsable de esta “Perras callejeras”, quizás con la intención de hacer su saga correspondiente, pero supuso un fracaso tan sonado que suponemos que por eso la cosa quedó aquí. Y también a partir de aquí es difícil enumerar el cúmulo de despropósitos que la integran: desde su dirección, guión y diálogos, a sus bruscos cambios de la noche a día, su caspa homófoba, sus guiños y homenajes al cine (uno de los personajes, un poli, es cinéfilo, y hasta le vemos llamando al programa de Carlos Pumares desde una cabina durante su guardia), el casting, a excepción del gran Luis Cuenca, maquillaje, peluquería… todo puede incluso dejar boquiabierto al espectador. Lo que me ha hecho gracia es su banda sonora, que persigue constantemente la sombra de Giorgio Moroder y que se intenta asemejar a grupos de la época, como “Azul y negro”, incluyendo la actuación de un grupo llamado “Cristal oscuro”, y que igual no estoy en lo cierto, pero supongo que entre sus integrantes están los autores de su banda sonora. Y es raro que resultara inverosímil, ya que, sin caer en el amarillismo, varios del equipo de la película eran adictos o se hicieron adictos, y aún así parece que el tema ni va con ellos, ni la película casi. Después del resumen realizado, porque si me hubiera explayado nadie que hubiera leído esto la querría ver, solo me queda por aclarar eso de que poseía una feroz estética ochentera mal utilizada. Es una de las películas con peor vestuario que he visto, en tonos tristes o “poco representativos”, con modelos que ni parecen de boutiques periféricas, acentuándose por una mala ambientación, porque, por ejemplo, hay que tener cara muy dura para decorar el despacho de una discoteca con varios aparatos de radio con medio siglo de antigüedad en sus estanterías, con la pinta de que además no funcionarían ni estrellándolas contra el suelo, cosa que hubiera hecho cualquier grupo “punk” de la época.
Maggie Smee
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