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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
7
Drama Chiron es un joven afroamericano con una difícil infancia y adolescencia, que crece en una zona conflictiva de Miami. A medida que pasan los años, el joven se descubre a sí mismo intentando sobrevivir en diferentes situaciones. Durante todo ese tiempo, Chiron tendrá que hacer frente a la drogadicción de su madre y al violento ambiente de su colegio y su barrio. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2017
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Proyectada en varios festivales de prestigio, como por ejemplo los de Nueva York, Toronto, Roma o Chicago y a dos semanas que quedan para la ceremonia de los Oscars, se estrena en nuestro país “Moonlight”, que ha sido nominada en ocho categorías, a pesar de tratarse de una producción independiente, pero que ha encontrado el respaldo necesario, sobre todo entre la crítica especializada.

Barry Jenkins, director negro que nace del mundo del cortometraje, es de esa nueva generación que podría suponer no solo el relevo sino la renovación de la industria en sí, todo un soplo de aire fresco. “Moonlight” entra de lleno en esa clase de películas atípicas, que habla, entre otros asuntos, de la homosexualidad, pero desde una óptica nunca tratada, quizás porque el mundo marginal de color, exceptuando estereotipos, nunca ha tocado este tema al ser tabú.

A pesar de la sutilidad empleada y no cebarse en escenas escabrosas, supongo que habrá sido mal digerida por la comunidad heterosexual de color, siempre más preocupada por su imagen “varonil” al uso más que por el tema moral, es decir, se han acostumbrado a ver tíos que despiden testosterona por todos sus poros, heterosexuales y con “empleos” de dudosa honorabilidad aunque no por ello les rechazaban, pero poner a tíos más grandes que armarios que puedan ser homosexuales, en barrios deprimidos y no en clave de comedia, podría generar un cisma en algunos sectores. Por ello era un film necesario y que puede abrir puertas, no me refiero ya a nuevos géneros y personajes más creíbles, lo cual ya es una ventaja para todos, si no a la vida real, puede ser una ayuda para “normalizar”, con el paso del tiempo indudablemente, para una integración social y derribar ciertas barreras.

Por ello “Moonlight”, aunque sea un buen film, tiene otros méritos añadidos, que la convierten en un paso al frente, con más valor del que en principio pueda parecer. Y no nos estamos refiriendo ya al tema de la homosexualidad. La violencia, las drogas o los maltratos, sean físicos o psíquicos, están tratados con tacto, con cierta poesía, y que no significa en absoluto que hayan sido edulcorados por miedo, que es otro concepto diferente. Su propósito así también le podrá llegar a más público aunque no por ello convierte a “Moonlight” en un film abiertamente comercial de sentimentalismo fácil.

Su factura es modesta pero tiene su valía y su mérito, sobre todo en la fotografía, que intenta acercarse a un estilo de “cinema verité” muy coherente con lo que se cuenta y esquivando sombras o reflejos de cámara, agilizados por un diestro montaje y sin olvidar otro punto fuerte, su banda sonora. No es casualidad que estos aspectos hayan logrado ser también nominados con toda justicia.

En su plantel han conseguido que un actor y una actriz sean nominados como secundarios: Mahershala Ali y Naomi Harris. El reparto completo cumple de sobra, incluyendo los más pequeños, pero considero que a quien tenían que haber nominado en todo caso tendría que haber sido Ashton Sanders como el joven Chiron, aunque le auguramos que ya tendrá otras oportunidades.

Nos alegramos porque “Moonlight” se haya hecho un hueco importante entre las películas del año, y que sin la resonancia de los Oscars, posiblemente hubiera quedado relegada a un segundo plano, sin ni siquiera saber si hubiera llegado a estrenarse entre nosotros.

Especulando lo que se ya se pronostica que podrá ocurrir en el reparto de premios Oscars según sopla el viento, mucho nos tememos, o mejor dicho, nos alegraremos, que si no fallan los augurios, más que recordada por el número exagerado de “Oscars” que recaerán sobre “La, la, Land” con la intención de igualarla con “West Side Story” o “Gigi”, será a la larga recordada por otros motivos más razonables: que si un premio para el guión original de “Manchester frente al mar” (en el que no vamos a entrar si lo merece o no), que si otro premio para el guión adaptado para “Moonlight”, que si otro premio para la secundaria Viola Davis (que es la única actriz de color que ha conseguido con “Fences” ser nominada en tres ocasiones), que si algún que otro premio para “La llegada”, incluyendo la fotografía realizada por un operador de color, que nunca la Academia, dicho sea de paso, había premiado en este apartado hasta la fecha a alguien que fuera negro, o el Oscar como film extranjero para Farhadi, que serviría de guantazo sin mano a ese ser tan horrendo que es Donald Trump con sus pretensiones de vetar la entrada en territorio americano a quien le sale del culo. En definitiva, el triunfo de la variedad de razas y del cine independiente. Algo así ya ocurrió cuando con “Gigi” se volvieron locos y le otorgaron los nueve Oscars a los que estaba nominada, y que sus contrincantes, algunas sin premio o nominadas en menos categorías, la han sobrevivido con el paso del tiempo, incluso se han revalorizado dándoles miles de vueltas, como por ejemplo: “La gata sobre el tejado de zinc”, “¡Quiero vivir!”, “Fugitivos”, “Mesas separadas”, “Horizontes de grandeza”, la sublimada “Vértigo (De entre los muertos)” o incluso “Como un torrente”, un dramón colosal que dirigiera Vincente Minnelli, casualmente el director de “Gigi”, y que la propia Academia relegó a cinco nominaciones sin incluirla ni como director ni película.
Maggie Smee
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