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Voto de Maggie Smee:
2
6,3
17.456
Terror. Thriller
Secuela del film de culto "El resplandor" (1980) dirigido por Stanley Kubrick y también basado en una famosa novela de Stephen King. La historia transcurre algunos años después de los acontecimientos de "The Shining", y sigue a Danny Torrance (Ewan McGregor), traumatizado y con problemas de ira y alcoholismo que hacen eco de los problemas de su padre Jack, que cuando sus habilidades psíquicas resurgen, se contacta con una niña de nombre ... [+]
1 de noviembre de 2019
49 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando iba camino del cine para ver “Doctor Sueño”, me imaginaba que no iba a poder compararse con su predecesora, “El resplandor”, por lo que decidí, con más motivo que nunca, que me iba a dejar llevar, como siempre hago, como si fuera un film más, sin expectativas, para así poder disfrutarla en la medida de lo posible. La primera sorpresa al entrar en la enorme sala es que no pasábamos de ser veinte espectadores, pocos, para ser una sesión por la tarde en hora punta y muy inteligentes, dicho sea de paso, todos los que no asistieron. La segunda sorpresa fue ver la película. Me equivoqué al pensar que podía ser, en el peor de los casos, mediocre. Si su primera mitad va a trancas y barrancas, sin levantar el vuelo en ningún momento, la segunda mitad es cuesta abajo y sin frenos, absolutamente penosa y carente de talento, más cercana a ser una continuación de “Hansel y Gretel: Cazadores de brujas” o un capítulo larguísimo de “Buffy, cazavampiros”. Posiblemente, a nivel de taquilla, puede que nos encontremos antes uno de los mayores pinchazos de la temporada, cosa que se merecería, y en cuanto a su calidad, aunque hayan “críticos profesionales” que la defiendan por razones extracinematográficas, y un grupo numeroso de usuarios de FilmAffinity vaya a ser cuanto menos permisivo con ella, se trata de una mayores bazofias que haya realizado su productora, al nivel de, por ejemplo “El exorcista 2: El hereje”, que para colmo era menos larga y cutre.
No hay nada en ella que sea bueno. El guión, el montaje y la dirección corren a cargo de Mike Flanagan. Desconozco la novela de Stephen King, pero que quede contento con esta adaptación, me huele más a cuestiones de contrato y de sacar pasta que de honestidad, que por cierto, él es uno de los productores ejecutivos. Y es una lástima. Si esto le hubiera ocurrido a principios de su carrera lo entendería. Pero ya el autor, que ha demostrado en más de una ocasión que es un tipo sagaz, ya tiene casas, su buen nivel de vida asegurado y una estupenda cuenta bancaria. ¿Qué necesidad tenía de esto? Porque si desde luego la película se asemeja a la novela, vaya “churro”.
Aunque haya habido un esfuerzo en recrear la ambientación y personajes que pertenecerían al pasado del protagonista, y en consecuencia al film de Kubrick, ahí se queda el posible alarde, que tampoco es para tanto: que si Alex Essoe intenta emular a Shelley Duvall, que si el niño de la película “El resplandor” aquí tiene un “cameo”, que si se han cogido algunos temas que incluía el film de Kubrick... muchos “que si” que no llevan a nada. En este berenjenal no hay talento y todo es cansino. Hasta el reparto, encabezado por Ewan McGregor realizan unas interpretaciones planas. Rebecca Ferguson, que emula a Michelle Pfeiffer con el sombrero de llevaba Lena Olin en “La insoportable levedad del ser”, es un personaje casi imposible de sacar adelante, como el resto de la galería de personajes bastante lineales, confiando uno de los papeles principales a Kyliegh Curran, la niña negra que involuntariamente infantiliza muchas situaciones de adultos.
No puedo hablar de muchas de las circunstancias que se plantean fuera del espacio del “spoiler”, pero al menos, y en resumen, si esto ha servido de advertencia para disuadir a quien pensara perder tiempo y dinero viéndola, ya hemos logrado algo, porque no merece la pena ir al cine a ver esto, como la mayoría de los subproductos que la cartelera nos ofrece, porque hace falta ingenio, creatividad y dignidad, cosa que cada día escasea más. Y este “bluff” es un ejemplo de ello. Después de verla fui a casa y "planté un pino" en su honor, era lo mínimo que podía hacer. Pocas veces había tenido tan mal gusto al escribir un comentario, el seguir una línea casi escatológica, pero la ocasión lo merecía.
No hay nada en ella que sea bueno. El guión, el montaje y la dirección corren a cargo de Mike Flanagan. Desconozco la novela de Stephen King, pero que quede contento con esta adaptación, me huele más a cuestiones de contrato y de sacar pasta que de honestidad, que por cierto, él es uno de los productores ejecutivos. Y es una lástima. Si esto le hubiera ocurrido a principios de su carrera lo entendería. Pero ya el autor, que ha demostrado en más de una ocasión que es un tipo sagaz, ya tiene casas, su buen nivel de vida asegurado y una estupenda cuenta bancaria. ¿Qué necesidad tenía de esto? Porque si desde luego la película se asemeja a la novela, vaya “churro”.
Aunque haya habido un esfuerzo en recrear la ambientación y personajes que pertenecerían al pasado del protagonista, y en consecuencia al film de Kubrick, ahí se queda el posible alarde, que tampoco es para tanto: que si Alex Essoe intenta emular a Shelley Duvall, que si el niño de la película “El resplandor” aquí tiene un “cameo”, que si se han cogido algunos temas que incluía el film de Kubrick... muchos “que si” que no llevan a nada. En este berenjenal no hay talento y todo es cansino. Hasta el reparto, encabezado por Ewan McGregor realizan unas interpretaciones planas. Rebecca Ferguson, que emula a Michelle Pfeiffer con el sombrero de llevaba Lena Olin en “La insoportable levedad del ser”, es un personaje casi imposible de sacar adelante, como el resto de la galería de personajes bastante lineales, confiando uno de los papeles principales a Kyliegh Curran, la niña negra que involuntariamente infantiliza muchas situaciones de adultos.
No puedo hablar de muchas de las circunstancias que se plantean fuera del espacio del “spoiler”, pero al menos, y en resumen, si esto ha servido de advertencia para disuadir a quien pensara perder tiempo y dinero viéndola, ya hemos logrado algo, porque no merece la pena ir al cine a ver esto, como la mayoría de los subproductos que la cartelera nos ofrece, porque hace falta ingenio, creatividad y dignidad, cosa que cada día escasea más. Y este “bluff” es un ejemplo de ello. Después de verla fui a casa y "planté un pino" en su honor, era lo mínimo que podía hacer. Pocas veces había tenido tan mal gusto al escribir un comentario, el seguir una línea casi escatológica, pero la ocasión lo merecía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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SPOILER
Aunque el protagonista es Danny Torrance, el niño de “El resplandor”, la acción arranca en 1980, en Florida, donde vemos a un “grupito” de pinta incierta, entre titiriteros pijos y vendedores de rifles ilegales del “far west”, que encandilan a una niña, que se supone tiene un potencial mental y la secuestran para cargársela. Pasan más años y ya nos vamos centrando en Danny de adulto, que a raíz de los hechos que vimos en “El resplandor”, anda con problemas de sociabilidad y alcoholismo. El prólogo es bastante largo y no nos aporta nada. De por medio el “grupito” asesina a un niño que juega al beisbol. Hacía tiempo que en el cine americano se veía un niño sufrir y ser asesinado. Pero ahí queda todo lo chocante e inusual. Lo que a continuación viene es una cascada de chorradas imparables: resulta que Rosie, la líder de “el grupito” guarda parte de las almas en unos termos que van tomando los de la secta. Lo que pegaba es que, aunque fuera de modo “boca a boca” se pasaran los humitos que se van desprendiendo, pero no, puritanismo ante todo, ni se rozan los labios, no parece ni siquiera que se pasen bocanadas de un porro, parece que inhalen un pedo. Luego se le encienden los ojos, que eso está más visto que el tebeo. Por cierto, hay paralelismos con diálogos y con el personaje protagonista de “El ansia” con Rosie, la del sombrerito, que no admite que nadie le toque el sombrero, antes el coño y perdón por la ordinariez, no se sabe por qué, pero también da igual.
A todo esto Danny contacta con Abra, la niña de la que antes hablábamos, que por cierto, ¿es ese nombre un guiño a Abracadabra? Ni nos interesa, así como “el homenaje” de estar en un cine viendo “Casablanca”. Ya podían haber puesto “Las maniobras de la doctora con los soldados”, una de las miles de esa serie que rodó Edwige Fenech, más de acorde con la calidad de esta cinta y con las intenciones casposas de estas “vampiras” de “chichinabo” que el film de Curtiz. Pero claro, no pertenecían los derechos a Warner y habría que pagar.
El gran desparrame arranca con la secuencia que Rosie, en plan “La bola de cristal”, vuela con su sombrero para encontrar el domicilio de Abra, como una “Mary Poppins” sin paraguas. Y después de esta secuencia, rodada con una vulgaridad insolente y carente de seriedad, pero en la que ningún momento, y ya puestos, no recurren al sentido del humor el resto del metraje, lo que sigue es de traca: diálogos trillados, situaciones previsibles y cargarse el posible encanto que tenía el Overlook Hotel y los fantasmas que en él residían, convirtiéndolo en una atracción de feria a modo del “pasaje del terror”.
Aclaro que los dos puntos es porque se convirtió en una comedia involuntaria y hubo ratos en que me reí, aunque con sonrojo. Pero si no, con un punto hubiera estado despachada. Si hubiera justicia, que no la hay, debería de figurar con muchísimas nominaciones, rompiendo todos los récords a ser posible, para los futuros Razzies.
Aunque el protagonista es Danny Torrance, el niño de “El resplandor”, la acción arranca en 1980, en Florida, donde vemos a un “grupito” de pinta incierta, entre titiriteros pijos y vendedores de rifles ilegales del “far west”, que encandilan a una niña, que se supone tiene un potencial mental y la secuestran para cargársela. Pasan más años y ya nos vamos centrando en Danny de adulto, que a raíz de los hechos que vimos en “El resplandor”, anda con problemas de sociabilidad y alcoholismo. El prólogo es bastante largo y no nos aporta nada. De por medio el “grupito” asesina a un niño que juega al beisbol. Hacía tiempo que en el cine americano se veía un niño sufrir y ser asesinado. Pero ahí queda todo lo chocante e inusual. Lo que a continuación viene es una cascada de chorradas imparables: resulta que Rosie, la líder de “el grupito” guarda parte de las almas en unos termos que van tomando los de la secta. Lo que pegaba es que, aunque fuera de modo “boca a boca” se pasaran los humitos que se van desprendiendo, pero no, puritanismo ante todo, ni se rozan los labios, no parece ni siquiera que se pasen bocanadas de un porro, parece que inhalen un pedo. Luego se le encienden los ojos, que eso está más visto que el tebeo. Por cierto, hay paralelismos con diálogos y con el personaje protagonista de “El ansia” con Rosie, la del sombrerito, que no admite que nadie le toque el sombrero, antes el coño y perdón por la ordinariez, no se sabe por qué, pero también da igual.
A todo esto Danny contacta con Abra, la niña de la que antes hablábamos, que por cierto, ¿es ese nombre un guiño a Abracadabra? Ni nos interesa, así como “el homenaje” de estar en un cine viendo “Casablanca”. Ya podían haber puesto “Las maniobras de la doctora con los soldados”, una de las miles de esa serie que rodó Edwige Fenech, más de acorde con la calidad de esta cinta y con las intenciones casposas de estas “vampiras” de “chichinabo” que el film de Curtiz. Pero claro, no pertenecían los derechos a Warner y habría que pagar.
El gran desparrame arranca con la secuencia que Rosie, en plan “La bola de cristal”, vuela con su sombrero para encontrar el domicilio de Abra, como una “Mary Poppins” sin paraguas. Y después de esta secuencia, rodada con una vulgaridad insolente y carente de seriedad, pero en la que ningún momento, y ya puestos, no recurren al sentido del humor el resto del metraje, lo que sigue es de traca: diálogos trillados, situaciones previsibles y cargarse el posible encanto que tenía el Overlook Hotel y los fantasmas que en él residían, convirtiéndolo en una atracción de feria a modo del “pasaje del terror”.
Aclaro que los dos puntos es porque se convirtió en una comedia involuntaria y hubo ratos en que me reí, aunque con sonrojo. Pero si no, con un punto hubiera estado despachada. Si hubiera justicia, que no la hay, debería de figurar con muchísimas nominaciones, rompiendo todos los récords a ser posible, para los futuros Razzies.