En el año 2012 muchos conocimos a Katniss Everdeen, en lo que era el inicio de un nuevo fenómeno literario, que venía a ser uno más, en esa tendencia de adaptaciones al cine propulsada principalmente por los éxitos de Harry Potter y Crepúsculo.
En esta ocasión los derroteros caminaban por un universo distópico más cercano a la ciencia-ficción que a la fantasía épica.
La primera película se beneficiaba de cierta sensación de novedad, a pesar de contener una realización torpe y poco acertada. Luego vino su secuela, que fue más de lo mismo y más grande y ahora su conclusión partida en dos, con el simple objetivo de hacer caja.
Si todo empezó de manera discreta y con cierto resquicio de tener algunas posibilidades, finalmente ha acabado en un adormecimiento de todos los aspectos positivos que tenía.
Cuando se supone que llega el clímax, nos encontramos con todo lo contrario, con un título anti climático que en vez de ir hacia arriba termina por hundirse con un ritmo espasmódico. Algo que ya vimos también en “Harry Potter y las reliquias de la muerte parte 1”
Todo lo que pasa por delante de nuestros ojos resulta anodino, los personajes y la historia rayan lo plano, provocando una nula implicación emocional. Algo indispensable en esta clase de relatos.
Es posible que los más jóvenes encuentren en la trama de Suzanne Collins suficientes atractivos que les entretengan. Pero sospecho que en la gente más adulta y con más horas de vuelo delante de una pantalla, los bostezos no van a tardar en salir.
Y de nuevo se comete el error de tomar el producto con la estructura televisiva, con un continuará que no llegará a la semana siguiente, ni tampoco en unos días, sino más bien al próximo año. Lo que provoca una nueva desconexión de una historia a la que le falta una cabeza mejor amueblada y con mayor conciencia de película unitaria.