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España España · León
Voto de bixo:
7
Sicko
2007 Estados Unidos
Documental, Intervenciones de: Michael Moore
7,4
17.299
Documental Michael Moore vuelve a la carga con un documental que denuncia el sistema sanitario norteamericano; un sistema que, al no existir la sanidad universal, excluye a 50 millones de norteamericanos (que, o bien no tienen seguro de salud privado, o no pueden pagárselo) y que se basa en compañías privadas que buscan principalmente beneficios económicos y en aseguradoras que pagan bonos a los empleados que más rentabilidad les proporcionan al ... [+]
17 de julio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cometimos un grave error: vimos este documental al poco de aterrizar en USA. Apenas contábamos con un par de semanas en ‘la tierra de las libertades’ cuando comencé a sufrir de unas curiosas anginas de caballo, y digo curiosas porque ni me acordaba cuándo las había padecido por última vez. Entonces decidimos cometer el que sería nuestro primer error: ir al hospital. Resulta que nuestra aseguradora médica sólo tenía concertada la consulta en un pequeño gabinete (situado entre un china-wok y una inquietante librería cristina) con horario de oficina y que, por supuesto, no encontramos. Mi mujer, desesperada, desistió y nos metimos en urgencias. Durante los primeros minutos disfrutamos de una atención exquisita. Decenas de personas se dedicaban a la labor de tramitar los documentos de sus ‘clientes’, y desempeñaban su trabajo con rapidez, eficacia y amabilidad. Aun así resultaba un poco chocante (al menos para un europeo) entrar a un hospital con la fiebre por la nubes y hallarte unos minutos sentado junto a un mostrador lo mismo que si vas al banco. Una vez comprobaron que contábamos con seguro médico, me tomaron la presión arterial y nos sentaron con el resto de ‘consumidores’. Un cartel rezaba sobre una de las paredes que la Ley del Estado garantizaba la atención médica con independencia de los recursos económicos. Lo leí varias veces, durante una hora más o menos, hasta que al fin alguien pronunció mi nombre (bueno, o algo parecido). Me acercaron hasta la misma esquina de antes, me volvieron a comprobar la presión, y me volvieron a sentar. El ciclo se repitió unas cinco o seis veces, de modo que supuse que habían trascurrido unas seis horas antes de que una persona distinta me sacara definitivamente de aquella sala. Entonces me metieron en un cubículo, vino otra persona, me abrió una vía en el brazo izquierdo, y se marchó sin pronunciar palabra. Al rato llegó otra, me puso el culo en pompa, me clavó dos inyecciones (o fueron dos intentos, no sé) y también se fue, muda como la primera. Me acomodé como pude en la camilla, pasmado por la fiebre, por la espera, por el dolor en el culo y porque el suelo estaba por completo encharcado con mi sangre. A la hora, más o menos, alguien me quitó la vía que nunca fue usada y masculló que me podía ir en cuanto pudiera caminar. Huimos como si de un correccional se tratara, yo cojeando, apoyado sobre los hombros de mi mujer.
Al día siguiente me encontraba mucho mejor. Apenas me dolía la garganta y hasta podía caminar. Pero empeoré de golpe a las pocas semanas, cuando llegó una factura que ascendía a casi $3000. Por supuesto, eso es lo que debía pagar nuestro seguro, pero como este país no nos permite una cobertura médica superior al 80%, sabíamos que tendríamos que apoquinar de nuestro bolsillo más de doscientos eurazos (de anginas). Lo curioso es más tarde llegó una segunda, la del médico que no vimos. Las personas que entraron y salieron de la sala se pusieron en contacto con él, al parecer, vía internet.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
bixo
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