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Voto de Andrej Kar Ray:
3
Western Personajes muy variopintos emprenden un largo, duro y peligroso viaje en diligencia. Entre ellos, un fuera de la ley en busca de venganza, una prostituta a la que han echado del pueblo, un jugador, un médico, la mujer embarazada de un militar, un sheriff. Las relaciones entre ellos serán difíciles y tensas. Además, durante el viaje, tendrán que afrontar el ataque de una partida de indios apaches. (FILMAFFINITY)
11 de abril de 2021
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Diligencia (1939)

En 1988 John Kobal, a partir de encuestas a casi cien críticos de cine, publicaba un libro de referencia titulado “las 100 mejores películas”. En él hallamos tres films de John Ford, uno de ellos es, en el puesto 22º, La diligencia (Stagecoach, 1939). Una obra maestra adorada por Orson Welles que contempló obsesivamente antes de dirigir su genial Citizen Kane (1941). De ella salen por ejemplo los juegos visuales con los falsos techos para generar profundidad de campo, que Welles acrecentó con ópticas de gran angular para las cámaras.

El origen del guion de Dudley Nichols y Ben Hetch está en el cuento Stage To Lordburg de Ernest Haycox, publicado por la revista Collier's en abril del 1937, una obra que a su vez deriva del cuento “Boule de Suif” de Guy de Maupassant (1988) donde diez dispares personajes, prostituta incluida, montan en una diligencia para dirigirse, en tiempos de la guerra, a El Havre.

A La diligencia se le concede el mérito de ser el primer western moderno, sonoro. Sin duda un filme mítico y de culto, donde inaugura los escenarios de Monument Valley y estrena al actor John Wayne.

El filme fue un gran éxito de público. Es bien conocida esa facilidad del cine norteamericano para aproximarse al espectador de forma directa, emocional, casi instintiva y seducirlo, a menudo con un final feliz.
Un lenguaje cinematográfico destinado a llegar al máximo número de personas debe incluir muchos tópicos, pocas reflexiones, acción y un lugar para el afecto hacia los personajes…

Debo confesar que mi último visionado, a pesar de su humanidad, me ha decepcionado. Hay films que por su intemporalidad (La pasión de Juana de Arco, 1928) parecen inmunes al paso del tiempo, o que por su historia (Vivir, 1952) mantienen el interés… pero la Diligencia a mis ojos ha envejecido y ello es porque los tiempos cambian y los tópicos se pierden como si fueran modas. Detrás no queda nada importante: Mito y afecto.

Su música no ha soportado bien el paso del tiempo y los efectos visuales de la diligencia con esa ilusión del estatismo en movimiento, rodando las escenas en un decorado del interior de la diligencia redimensionada por cuyas ventanas se deja traslucir el paisaje del Monument Valley tampoco funciona bien. El intento de conjunción del interior con el paisaje rompe la ficción. No resulta verosímil por el uso de una técnica superada. Finalmente el duelo, como tantos otros, alarga el tiempo en exceso, y cuando se disparan es ya el momento en que los rivales entrarían en contacto físico.

Como muchos films, a pesar de la sensibilidad de John Ford, refleja una sociedad de hombres, patriarcal, con una visión de la mujer como 'costilla de adán' (cabareteras, prostitutas…). François Truffaut, algo molesto, escribió una crítica sobre la consideración de la mujer en los films de Ford.
Pero no se trata solo de la mujer, sino también de los animales, en concreto del maltrato a los caballos, a los que les tiran piedras para que naden o corran más rápido.

Si ello sorprende, cabe citar también que justo en la última escena rodada, la más compleja y difícil del film, es decir, en el ataque de los apaches a la diligencia, John Ford encontró la máxima dificultad en resolver visualmente las caídas de los caballos. Como la habilidad de los jinetes especialistas no bastaba para conseguir la necesaria credibilidad, la espectacularidad se obtuvo mediante una técnica que consiste en tender cables de acero para que los caballos tropiecen y caigan de verdad. Una técnica muy lesiva que John Ford no volvería a utilizar nunca más.
Ese maltrato animal -el visto y el oculto- me ha sorprendido y perturbado.

Otro valor erróneo, a mi entender, lo he hallado en lo que llamaría la propensión e incitación al alcoholismo y su aceptación social.


El contenido de fondo, a pesar de la complejidad de los personajes y ciertas sutilezas, entiendo, es en resumen bastante simplista: hay buenos y hay malos. Aunque no exactamente los de siempre.

Ellsworth Henry Gatewood (Berton Churchill) el banquero ladrón es malo, los indios apaches (armados con rifles por los blancos), capitaneados por Gerónimo, son malos, los hermanos Plummer, que esperan a Ringo en Lordsburg para matarlo, son malos y también son malas las señoras de la Liga de la Decencia que expulsan de la ciudad a la prostituta Dallas (Claire Trevor)...

Son buenos los del séptimo de caballería que salvan la diligencia del ataque indio. Lo serán, desde ese momento, durante muchos años. Ford incluye entre los buenos a los marginados o excluidos como el alcohólico doctor Boone, que se torna valeroso (Thomas Mitchell), la prostituta Dallas (Claire Trevor) que se redime, o el propio héroe, el presidiario vengador Johnny Ringo (John Wayne) que se libera tras la venganza.

El tema de la venganza, pero, como impulso emocional que atrapa al espectador, con el paso de los años me resulta un recurso vulgar. La venganza es contraria a la maleabilidad y comprensión humana que John Ford nos presenta en muchos de los pasajeros de la Diligencia, La venganza es intransigente, cómo aquello que, contradictoriamente, condena en su film.

Para terminar, este western, como tantos, otros ayuda al mito histórico de la creación de la nación (EEUU), que hoy más bien podemos entender como un timo histórico (parecido al de una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra) bajo el que se esconde la limpieza étnica y la eliminación de los indios junto a la extinción de millones de búfalos. Un forma de enaltecimiento de la invasión blanca que en Europa hoy en día no todos admiran y mitifican.
Andrej Kar Ray
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