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México México · Guadalajara
Voto de Wilmer Ogaz:
9
Comedia Beatriz es una mujer hispana que practica la medicina sanadora "alternativa​". Un día, tras averiarse su coche en casa de uno de sus clientes millonarios, se une como invitada a una fiesta en esa vivienda en la que estarán solo norteamericanos. (FILMAFFINITY)
14 de mayo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La retadora propuesta que expone la cinta Una cena incómoda, del boricua Miguel Arteta, pone de manifiesto la xenofobia que padecen en pleno siglo XXI miles de norteamericanos auspiciados por su actual líder. Beatriz —interpretada por una magnífica Salma Hayek— es una mexicana que practica la medicina holística en Altadena, California. Cierto día, después de atender un servicio a domicilio en el ostentoso Newport Beach, su coche se avería; por lo que su clienta, Kathy —Connie Britton—, la invita para que se quede a cenar en lo que será una informal reunión de negocios. Sin embargo, la velada se verá interrumpida por un ríspido debate con un peculiar invitado. Bajo esa premisa es que se sostiene el guión escrito por Mike White, hecho especialmente para la actriz veracruzana. Y aunque lo terminaron en 2015 —mucho antes de que Trump llegara a la Casa Blanca—, el tema de fondo resulta bastante actual.

La frugalidad con la que se desarrolla la vida de Beatriz transcurre sin contratiempos al lado de su cabra y sus perros. Se siente agradecida con lo que tiene y lo demuestra ayudando a todo aquel que se cruza en su camino. Sin maquillaje, con un flequillo maltrecho y sin ropa glamorosa, Hayek llena de matices a su personaje y en sus silencios logra transmitirnos su infinita bondad y compasión. Pero del mismo modo nos deja entrever su dolor, la desolación y la furia ante aquello que no puede ni podrá cambiar jamás.

Bajo el lente de Arteta no existen personajes buenos ni malos, solamente son seres humanos reaccionando bajo los estímulos de un injusto y sombrío mundo representado por el magnate de las bienes raíces, Doug Strutt —a quien da vida el maravilloso John Lithgow—, un despiadado millonario al que no le importa el caos que generan sus decisiones, destruyendo manglares, bosques, selvas, familias y vidas.

Pese a que Beatriz fue invitada, no es bienvenida en el grupo. Su aspecto latino no empata con la facha de los demás invitados. Jay Duplass, Chloë Sevigny, Amy Landecker y David Warshofsky complementan el elenco invitado a la mesa. Las figuras femeninas retratan sumamente bien el papel de compañeras fieles tan acostumbradas a soportar las vejaciones de sus insulsos maridos.

El choque entre Beatriz y Doug se da siquiera antes de comenzar a discutir. Hayek con 1.57 metros de estatura y Lithgow con 1.93 metros insinúan sus abismales diferencias, no sólo físicas sino morales. Y se reafirman cuando Doug confunde a Beatriz con el personal de servicio. Es ahí donde comienzan los insultos, las preguntas incómodas, las malas caras y las ínfulas de grandeza, un sello característico de ese cerrado círculo que pretenden cambiar al mundo.

Beatriz parece perturbada con todo lo que escucha durante la cena. Atenta nos sugiere una interrogante: ¿cómo te puedes enfrentar a un poderoso personaje al que no le importa un comino lo que piensas? Pero tal como sucede con las minorías, esta es una pregunta que en vez de ser contestada es silenciada de tajo cuando el marido de Kathy la invita amablemente a dejar la reunión. Es más fácil callar una boca prontamente para que sus peticiones no hagan eco, peor aún cuando se lleva la etiqueta de migrante.

Estrenada en el Festival de Sundance el año pasado Una cena incómoda —cuyo título en inglés es Beatriz at Dinner— llega sin planearlo a las salas norteamericanas, coincidiendo con el anuncio de la retirada de los Estados Unidos del Acuerdo de París, que trata sobre los efectos del calentamiento global que, en palabras de Trump, es un invento de los chinos.

El ejercicio reflexivo de Arteta resulta atrevido y necesario en estos tiempos. Además, ilumina a Hayek desde cualquier ángulo que se le vea, y transgrede los límites de lo posible pisoteando los clichés. Nunca se coloca al mismo nivel de su enemigo, pues entiende que las cosas simples las devora el tiempo, y uno termina volviendo siempre a los viejos sitios donde amo la vida.
Wilmer Ogaz
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