"¿Quién sabe? Dentro de mil años hasta tú podrias valer algo". Hace 43 años -33 en la ficción, Paul "Ivan Ooze" Freeman no pecaba de falta de optimismo al catalogar la fecha de caducidad del arqueólogo que odiaba a los nazis antes de que "antifascista" fuese sinónimo de ir hechos unos zorros... como él, un pionero. Es su ahijada la capitalista (sin cicatriz pero con antojo de nacimiento).
Se repite el trinomio de Indy con sidekick fémina y chavalín a cuestas... o al revés, que los años y kilómetrajes no perdonan.
James Mangold es mucho mejor Spielberg que el propio último Spielberg de la franquicia, y el responsable del remake de 'El tren de las 3:10" o la no despedida de Hugh Jackman infiltrado de adamantium en 'Logan' sabe una jartada de westerns y, por ende, de las aventuras crepusculares de tipos que no saben afeitarse con el sombrero hecho un buñuelo.
Indiana. Nazis. Tesoros escondidos. Y, al contrario que en la última ocasión, efectos digitales modernos al servicio de la historia pero chirriantes a la hora de rejuvenecer a Jonesy con cara de muñeco CGI sin chispa en los ojos.
No vas a ver platillos volantes. Ni a Cate Blanchett opositando para ser la tercera de las icónicas hermanas Virtudes.
Sólo hay pura aventura clásica. Y tranquis, Phoebe Waller-Bridge aprendió de los errores de Shia Labeouf: por ejemplo, no pareciéndose en absoluto a Shia Labeouf.