¿Qué les dan de desayunar a los directores neozelandeses para estar tan sonados? Si Peter Jackson -el de hace unos años, claro- hubiese sido el director de 'Detroit Rock City' (1999, Adam Rifkin), con hora y media de heavy metal a todo trapo, humor nerd y un desmadrado clímax con festín gore como el de 'Braindead', probablemente le habría salido algo tan grotesco, demencial y absurdo como esto. Conste que lo digo como quien suelta un cumplido. 'Deathgasm' no es una película musical, ni una comedia de institutos, ni una copia bastarda de 'Black Roses' (1988, John Fasano) o un splatter juvenil tocado por las garras de 'Jóvenes ocultos' (1987, Joel Schumacher), 'Lesbianas asesinas de vampiros' (2009, Phil Clydon) y la energía de las cuatro primeras entregas de Freddy Krueger. Es todo eso a la vez gracias a la desprejuiciada visión de la comedia que sólo pueden darte unos personajes a los que sabes imbéciles de antemano. Es puro rock 'n' roll, más sangre de la que esperarías en cualquier cinta moderna y (casi) tanto sexo como cabría imaginar en una peli cuyo título juega con las palabras 'orgasmo' y 'mortal'. Joder, así da gusto volverse gilipollas.
Me encantaría añadir también que 'Deathgasm' (2015, Jason Lei Howden) es ridículamente divertida, pero eso ya lo han dicho en otra crítica.