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Voto de antonio lopez herraiz:
9
Terror. Acción. Fantástico El guardián del culto de Los siete vampiros de oro viaja desde China hasta Transilvania para pedir ayuda al Conde Drácula, que adopta la apariencia de un oriental y se traslada a China. Algunos años después, en una universidad china, el profesor Van Helsing pronuncia una conferencia en la que defiende la existencia de los vampiros ante las bromas inmisericordes de los alumnos. Pero no de todos. En el auditorio hay un joven, Hsi Ching, ... [+]
18 de julio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un Dracula que no es el Dracula de siempre -John Forbes Robertson sustituye, por primera y última vez, a Christopher Lee-, medallones místicos e intercambios de cuerpos en un pastiche vampiricomarcial de no te menees con un Peter Cushing que parecía aún más despistado que, poco después, en el blockbuster espacial y pelotazo más taquillero de su carrera.
Dos equipos distintos -y cuya convivencia, por lo visto, no resultó fácil- de procedencias tan dispares como la Hammer y Shaw Bros capitaneados respectivamente por Roy Ward Baker y Chang Cheh.
Roy Ward Baker regresa a la franquicia, cuatro años después de 'Las cicatrices de Dracula', para ponerle fin en colaboración con el director especialista en wuxia y, en general, de más variantes en el cine de artes marciales procedentes de la Shaw Brothers.
Pues eso, que nos vamos de vuelta al siglo dieci... mira no sé, a hace mucho tiempo. Y el Conde Dracula, que está como acartonado porque últimamente no atrae a tantos aldeanos despistados (porque es ir por ahí, y con tanto lobo aullando, y niebla, y un carromato sin conductor moviéndose solo pues como que te hueles la tostada) va y se mete dentro del cuerpo del primer monje experto en lucha y las artes místicas más joven que él -Dracula es inmortal, pero no gilipollas- que pasaba por el castillo.
Lo dicho. Una aventuraza creepy y ultraloquísima repleta de sinsentido y puro espíritu evasivo que está a mitad de camino entre 'Los Siete Samurais' (1954, Akira Kurosawa) y un 'La Noche de Los Muertos Vivientes' (1968, George A. Romero) a la que Sam Raimi tampoco le convendría negar cierta deuda en 'El Ejército de las Tinieblas' (o, puede que con una pizca menos de desparpajo, salvo que algún día aprenda a amarla, Rob Cohen en 'La momia: La tumba del emperador dragón').
Un genial, histérico y desenfadado punto y final -y por ende la secuela más ambiciosa de la franquicia- que es carnaza de autocine programable en una sesión doble junto a 'Kung Fu Zombie' (1982, Hua Shan).
Una auténtica GOZADA.
antonio lopez herraiz
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