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Voto de antonio lopez herraiz:
9
Musical Mario Suárez es un maduro director de cine que está atravesando una crisis, pues su mujer lo ha abandonado a causa de una depresión. Él intenta refugiarse en la película que está rodando sobre el tango y acaba enamorándose de la protagonista, una bailarina cuyo amante es un mafioso que ha invertido dinero en la producción. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué mejor forma de celebrar el 15° aniversario del segundo episodio en la trilogía flamenca que trasladándolo en dramaturgia -un maestro enamorado de su bailarina, de la que a su vez está enamorado un intimidador mecenas, y para más gravamen productor de la película que están rodando-, pero no con mayor paralelismo en forma y estética que el del sesgo pasional que une dos disciplinas tan parecidas y diferentes como el flamenco y, aquí, dado que el título no es engañoso, el tango.
No hay por qué imaginarse cómo habría quedado otra entrega de la trilogía flamenca de Carlos Saura si formase tridente con Lalo Schifrin -música- y Vitorio Storaro -fotografía- mas acompañamiento en el paso interpretativo de una formidable caminata sincopada entre Miguel Ángel Solá y Mia Maestro a plena luz, en la sombra o, como en el resto de la tradición escenográfica musical de Carlos Saura, componiendo número grupales que no desencajan en el musical. Aunque lo de ÉL va más por los tiros de "bailar" mediante miradas y cierta tensión sexual al sufrir su personaje una cojera oportuna para sortear las carencias de Solá entrecruzando las piernas.
Juan Luis Galiardo se pasa un rato aprovechando que había vuelto a asomarse -de forma un pelín tardía pero igualmente deseada- dentro de la filmografía Sauriana en el rol de tintes antagónicos citado.
En un cierto modo Miguel Ángel Solá, Juan Carlos Copes, Mía Maestro y Cecilia Narova hacen las veces respectivas de Antonio Gades, Paco de Lucía, Laura del Sol y Cristina Hoyos en su análoga flamenca más obvia.
Tan o más merecedora de la nominación al Oscar cosechada -a la Mejor Película Extranjera- como 'Carmen' en su respectiva edición.
No sería de Saura (por Argentina) ni de José Luis Garci (por España). Aquel fue el año en que Roberto Benigni montaría su numerazo subiéndose a las butacas.
Tan sólo por la escenificación coreografiada sobre los segmentos de tortura durante la dictadura argentina -más comprimidos aquí que en la desbaratada 'Los ojos vendados'- merecía adjudicarse la estatuilla.
Agradezcámosle el tongo a Harvey.
antonio lopez herraiz
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