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Voto de The Alchemist:
10
Drama A principios del XIX, durante las guerras napoleónicas, un teniente de húsares del ejército francés, el aristócrata Armand D'Hubert (Keith Carradine), recibe la orden de arrestar al teniente Feraud (Harvey Keitel) por haber participado en un duelo. Feraud, encolerizado, desafíará una y otra vez a D'Hubert durante quince años. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2006
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A partir de esta premisa inicial, y basándose en el relato de Joseph Conrad El Duelo -que yo no he leído-, Ridley Scott construye una obra de arte en todos los sentidos. Las películas de Scott tienen un invariable encanto visual heredado del mundo de la publicidad en el que comenzó el Director inglés, y cuando esta especial sensibilidad se ha unido a guiones especialmente atractivos, ya sea por su originalidad, ya por su profundidad, ha conseguido verdaderas obras maestras -Blade Runner o Alien , por poner dos ejemplos más-; aunque, claro, cuando no hay nada más que abuso de lo visual nos encontramos con bodrios infumables.

En Los Duelistas se palpa la -positiva- influencia de Barry Lyndon , no sólo por la época, o las localizaciones; principalmente en la iluminación: la claridad del día siempre rota por oscuras zonas en sombra; desiertos nevados interrumpidos por "manchas" de tierra abrasadora; iluminación de interiores con apenas unas velas y unos fuegos... encuadres de tal belleza que llegan a aturdir
Al igual que en la mencionada Barry Lyndon, son auténticas pinturas, cuadros, de finales del XVIII y ppos del XIX, en movimiento. Ni un solo detalle se deja al azar, todas las partes son esenciales para el impacto conjunto.

La película, además, tiene gran parte de la opresión, e inevitabilidad de los relatos de Conrad , D’Hubert -al igual que Willard en El Corazón de las tinieblas- no puede escapar de su destino-Feraud, cuatro son los duelos que mantendrán a lo largo de su vida, ni siquiera su brillante carrera junto a Napoleón en principio, o Luis XVIII en final, le permiten escapar de su destino. Lo absurdo de las razones que empujaron la bola de nieve, ahora incontrolada, está remarcado a lo largo de la película: D’Hubert se cuestiona y es cuestionado por estas razones, pero llega un momento en que se difuminan y ya nada importan, hay que batirse mientras uno quede en pie.
The Alchemist
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