Aquellas personas que quieran proyectar una imagen de sofisticación deberán abstenerse de decir en ciertos círculos que esta película es una obra maestra, que lo es. Corren el riesgo de caer en desgracia y ser tomados por lerdillos que jamás podrán entrar en el selecto grupo de los elegidos. Nunca serán tomados en serio porque han tenido la osadía de proclamar su gusto por la simpleza.

La realización y ejecución de cada aspecto de la película es tan simple que resulta magistral. Cada nanosegundo está pensado para mantener la tensión narrativa, y para ello no se recurre a enrevesados trucos ni a estrambóticos giros del guión, y eso es extremadamente complicado. La edición, un aspecto fundamental nunca suficientemente valorado, también es simple, libre de alardes innecesarios.

Las interpretaciones de la prática mayoría de secundarios son excelentes, y las de la terna de protagonistas tampoco se queda por detrás. Incluso un actor tan malo como Kevin Costner parece que hasta sabe actuar.